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Actualizado: 10 de mayo de 2025


De todos modos, es hora ya de retirarme. D.ª Rafaela se levantó de la silla y salió. El hijo predilecto de la Iglesia saludó a un amigo para figurar que no iba con ella, pero la siguió inmediatamente. Una vez en la calle, libre de la vergüenza que le producía la luz y la presencia de la gente, dejó escapar los tiernos sentimientos de cariño y gratitud que rebosaban de su virgen corazón.

Antes de poseer un molino, aquella isla encantada era donde iba yo a retirarme siempre que necesitaba aire libre y soledad. ¿Qué hacía allí? Lo mismo que ahora aquí, quizá menos.

Me lo quité y poniéndolo en el dedo de Flavia, le indiqué con un ademán que me permitiese retirarme. Comprendió, y apartándose un tanto me miró con los ojos llenos de lágrimas. Lleva puesto ese anillo aunque uses otro cuando seas Reina le dije. Use o no otros, llevaré éste mientras viva y aun después de muerta dijo besándolo.

Pero ¡ay!, en estos tiempos corrompidos no hay flor que no se aje, ni pureza que no se manche, ni resplandor que no se oscurezca con alguna nubecilla. Está dicho todo, y con esto, señoras, pido a ustedes licencia para retirarme. Levantábase para partir, cuando doña Flora le detuvo diciendo: ¿Qué es eso, Sr. D. Pedro? ¿Qué arrebato le ha dado? ¿Hace usted caso de las bromas de Amaranta?

Iba á retirarme: ella cayó de rodillas cerca, de un canapé, y estalló en sollozos, con la frente apoyada sobre mi mano que había cogido. Yo había visto correr, hacía poco tiempo, lágrimas más bellas y más dignas; sin embargo, me hallaba conmovido. Veamos, mi querida señorita le dije, aún no es tarde, ¿es cierto? Ella sacudió con fuerza la cabeza. Pues bien, mi querida niña, tenga valor.

El P. Jacinto, desconfiado como buen lugareño, no advertía el interés vivísimo con que su antiguo discípulo le interrogaba; y temiendo siempre una burla, una especie de examen hecho por el Comendador para pasar el rato, volvió á hablar un tanto picado, diciendo: Me parece que estoy archi-cándido. ¿Á dónde vas á parar con tanta preguntilla? ¿Quieres examinarme? ¿Piensas retirarme la licencia de confesar si no me crees bien instruido?

Cuando el sol comenzó a declinar, no contento con espiar por las rejas de mi ventana, salime al portal, y desde allí, enfilando la calle, me sacaba los ojos por si atisbaba a la cigarrera. Nada. Aquella tarde hube de retirarme triste y cabizbajo. Al otro día lo mismo; al otro igual. Ya iba perdiendo la esperanza.

Palabra del Dia

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