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Actualizado: 15 de octubre de 2025


660 Y vive como los bichos buscando alguna rendija; el güerfano es sabandija que no encuentra compasión, y el que anda sin dirección es guitarra sin clavija. 661 Sentiré que cuanto digo a algún oyente le cuadre. Ni casa tenía, ni madre, ni parentela, ni hermanos; y todos limpian sus manos en el que vive sin padre.

No podían llegar más a tiempo dije. Oculte usted la luz de la linterna. La puerta tiene una rendija, ahí. ¿Los ve usted? Apliqué el ojo a la puerta y divisé vagamente tres hombres al pie de la escalinata. Monté el revólver y Antonieta posó su mano sobre la mía. Podrá usted matar uno de ellos murmuró. ¿Y después? ¡Señor Raséndil! oímos decir, en inglés y con perfecto acento. No contesté.

Escaló por una parra que adornaba el balcón del cuarto de su suegro, que solía quedar abierto cuando él no dormía en casa. Por desgracia estaba cerrado. Entonces sacó el estoque, y metiéndolo por la rendija de la puerta logró levantar el pestillo y entró. Una persona le había visto: Cecilia.

Hubo un momento en que sintió el impulso de entrar en la alcoba e intervenir francamente en la plática; pero el temor de aparecer ante su hija como un hombre capaz de allegar el oído a la rendija de las puertas le contuvo. Aquella misma tarde hizo llamar a Beatriz, y ordenándole reserva, refiriole con pulcras palabras la historia del nacimiento de Ramiro.

Cuando las columnas de soldados extranjeros, semejantes á larga serpiente que se escurre por una rendija, llenaron el desfiladero, oyóse un grito y desplomóse un diluvio de peñascos sobre la muchedumbre que pasaba por debajo.

Las otras torres se han derrumbado; únicamente queda ésta en pie, y hasta conserva algunas almenas de su corona. Los muros, dorados por el sol, están tan lisos como al día siguiente del primer banquete celebrado por el señor en el salón. No hay en ella rendija ni rozadura apenas: únicamente el maderamen y los herrajes de las estrechas ventanas semejantes á aspilleras han desaparecido.

Luego... nada: una sombra densa, una noche profunda e interminable, sin el más leve destello de visión... Le despertó un rayo de sol que, pasando por una rendija de la ventana, venía a dar en sus ojos. Renació con la luz diurna la blancura de aquellos muros, que parecían sudar durante la noche la sombra y el bárbaro misterio de otros siglos.

Separábanse primeramente formando una rendija imperceptible, que se agrandaba con el curso de los siglos.

Un criado indiscreto dijo al cabo de algún tiempo á un vecino de Vegalora que aquella noche había visto por la rendija de una puerta á la condesa de rodillas ante miss Florencia. El conde, con el rostro más pálido que nunca, los brazos cruzados y un poco tembloroso, estaba en pie mirándola fijamente. Antes había percibido en el gabinete de sus amos ruido de pasos precipitados, voces y gemidos.

Un día estaba la dama sola en su gabinete. Se había dejado caer en una butaca. Inmóvil, con la cabeza echada hacia atrás y las manos pendientes, parecía dormida. Sin embargo, Josefina, que rondaba el gabinete, se atrevió a mirar por la rendija de la puerta y observó que tenía los ojos abiertos, muy abiertos, y que su frente estaba temerosamente fruncida.

Palabra del Dia

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