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Actualizado: 15 de julio de 2025


Comenzó don Juan a dar paseos por el cuarto, y cada vez que llegaba hasta la puerta de la escalera, aguzaba el oído, esforzándose en distinguir y diferenciar los pasos de las gentes que subían... Los peldaños crujen... ¡no es ella!; debe de ser una mujer muy gorda; luego un chico que baja de estampía; después la pausada y ruidosa ascensión del... De pronto sonó un campanillazo; tornó de puntillas hasta la puerta, descorrió con gran tiento el ventanillo, y por una rendija imperceptible, conteniendo la respiración, miró.

Entonces quiso dar la vuelta y aplicar la boca a una rendija a ver si conseguía recoger más oxígeno: no le fue posible. La idea de morir asfixiado cruzó por su cerebro: un sudor frío y copioso le bañó todo el cuerpo: la congoja se apoderó de él. En pocos segundos pensó millares de cosas aterradoras; vio la muerte cara a cara; el miedo le dejó yerto, desmayado; estuvo a punto de perder el sentido.

Después cerró la puerta y se guardó la llave, y, encarándose con Ángela, le dijo con acento amenazador: ¡Si tratas de darle una migaja más por la rendija, cuenta conmigo! Bajó de nuevo la escalera. Ángela se fue a un rincón a llorar. El Molino volvió a quedar en silencio. Por la noche supo Andrés en la taberna lo acaecido en el Molino. Celesto le refirió la escena con pelos y señales.

¿Ves? me lo sospechaba; ¡en qué andará ese par de alhajas! quisiera oírles por alguna rendija. ¡Tal para cual!

Rafael contempló largo rato los edificios, temiendo que en su oscura masa se iluminase una rendija, se abriera una ventana y asomase el capataz alarmado por la carrera de los mastines. Transcurrieron algunos minutos sin que en Marchamalo se notase el menor movimiento.

Luego colgó de ella su ferreruelo, á fin de que no pudiera verse nada desde afuera, y miró si había alguna rendija. La puerta era nueva y encajaba bien. Henos aquí metidos en un paréntesis dijo don Francisco. Lo que es yo, me encuentro en un paréntesis de mi vida.

Una turba de criados, que andaban solícitos á su alrededor, ofrecíales á porfía vino y aguamiel, pero el hilillo de agua que brotaba de una rendija de la roca les pareció más agradable bebida que los licores escanciados en jarros de plata.

Paseó los dedos por la puerta, palpando las molduras, deslizándolos por las superficies barnizadas, como si buscase á tientas una rendija, un agujero, algo que le permitiese llegar hasta el hombre que estaba al otro lado. Instintivamente dobló sus rodillas, pegando la boca al orificio de la cerradura. ¡Dueño mío! murmuró con una voz de pordiosera . ¡Abre!... No me abandones.

Llegamos al fin a los frigoríficos continuó Maltrana . Unas puertas que tienen de grueso casi tanto como de alto, unos dados de acero que giran ligerísimos sobre sus goznes y se abren y cierran lo mismo que las culatas de los cañones... Crac: una vuelta de muñeca y todo queda justo, acoplado, sin la menor rendija.

Y mi tío no pudo contenerse; se deshizo de don Benito y corriendo a la cama, se echó en ella y depositó sobre la blanda almohada de plumas en que hundió el rostro, una sonrisa de íntima, de voluptuosa alegría, que ya no podía contener dentro de mismo. En ese instante golpearon la puerta; la abrí; el perfil risueño de Alejandro asomaba por la rendija.

Palabra del Dia

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