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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Siguió adversa la suerte, y entretanto, llegó el plazo fijado por don Raimundo; no hubo más remedio que impetrar del viejo la salvación.
Es porque tienes celos de ese capellanzaco que lleve el diablo... Mira, Jacinto, si te ofende que hable con él no lo haré más; pero aunque te ofenda me dejarás que te diga una cosa... y es que eres un papanatas. Y acompañó esta reflexión de un pellizco tan elocuente que Jacinto no tuvo más remedio que darse por convencido. En un instante quedaron hechas las paces.
Hinquéme de rodillas y dije: -Señor, en sus manos de V. Md. está mi remedio y mi venganza y mucho provecho de la república; mande V. Md. oírme dos palabras a solas, si quiere una gran prisión. Apartóse; ya los corchetes estaban empuñando las espadas y los alguaciles poniendo mano a las varitas. Con esto, el corregidor dio un salto hacia arriba, y dijo: ¿Y dónde están?
Si no me casara con Muñoz, tendría que morir. ¡Y Julio también tendría que morir! ¿Comprendes, Raquel? Porque ya nada podría detenernos, yo sería suya, sería suya sin casarme, esto lo sé, lo siento, y después los dos moriríamos sin remedio, para purificarnos y para escapar al pensamiento de Laura.
Brincaba mi extranjero, y yo le veía dispuesto a hacer un disparate. Amigo, aquí no hay más remedio que tener paciencia. ¿Y qué nos han de hacer? Mucho y malo. Será injusto. ¡Buena cuenta! Logré, por fin, contenerle. Pues ahora no se le despacha a usted; vuelva usted mañana. ¿Volver? Vuelva usted, y calle usted. Vaya usted con Dios. Yo no me atrevía a mirar a la cara a mi amigo.
Porque se tuvo por bueno el pase que me dieron á bordo, firmado por el terrestre. ¿Y eres tú capaz de tomar cosa anguna de un terreste que se mete á mandar en una freata de guerra? ¡Pero si no había otro remedio, puño!; y además, yo era ya cumplido, y de un día á otro tenían que despacharme.
Con todo eso, le sobresaltaron de manera que cayó en el suelo, con tan poco cuidado de las barbas, que se le cayeron en el suelo; y, como se vio sin ellas, no tuvo otro remedio sino acudir a cubrirse el rostro con ambas manos y a quejarse que le habían derribado las muelas.
ELVIRA. Ya eres, Sancho, mi marido: Ven esta noche a mi puerta. SANCHO. ¿Tendrásla, mi bien, abierta? ELVIRA. ¡Pues no! SANCHO. Mi remedio ha sido; Que si no, yo me matara. ELVIRA. También me matara yo. SANCHO. El cura llegó y no entró. ELVIRA. No quiso que el cura entrara. SANCHO. Pero si te persuades A abrirme, será mejor; Que no es mal cura el amor Para sanar voluntades.
Fortunata no gustaba de este tópico; pero no tenía más remedio que aceptarlo. Una noche lo acogió con verdadero entusiasmo, porque llevaba a él una felicísima idea que aquel día había tenido. «Mira tú dijo a su esposo ; si Dios no quiere darnos una criatura, él se sabrá por qué lo hace. Pero podemos adoptar uno, buscar un huerfanito y traérnosle a casa.
-No importa que no hayas jurado -dijo don Quijote-: basta que yo entiendo que de participantes no estás muy seguro, y, por sí o por no, no será malo proveernos de remedio.
Palabra del Dia
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