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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Todas las criadas de Salamanca iban á la compra ó volvían de ella..... Un organillo ambulante tocaba la romanza de la tisis de la Traviata..... Los gorriones cruzaban regocijados por un cielo limpio de nubes..... Las campanas tocaban pacíficamente á misa.....
Veis cómo vuelven las espaldas y salen de la ciudad, y alegres y regocijados toman de París la vía. ¡Vais en paz, oh par sin par de verdaderos amantes! ¡Lleguéis a salvamento a vuestra deseada patria, sin que la fortuna ponga estorbo en vuestro felice viaje! ¡Los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los días, que los de Néstor sean, que os quedan de la vida!
Poco faltaba para llegar el día, cuando los bajeles, cargados con la presa, se hicieron al mar, alzando regocijados lilíes, y tocando infinitos atabales y dulzainas, y en esto vieron venir dos personas corriendo hacia la iglesia, la una de la parte de la marina, y la otra de la de tierra, que, llegando cerca, conoció el jadraque que la una era su sobrina Rafala, que, con una cruz de caña en las manos, venía diciendo a voces: Cristiana, cristiana y libre, y libre por la gracia y misericordia de Dios!
Todo, no obstante, había variado con el transcurso del tiempo, a pesar de la lentitud y reposo con que en Portugal todo camina. Los regocijados janotas que habían formado mi sociedad, se hallaban convertidos en personajes muy serios. Unos eran Pares, diputados otros, y no faltaban entre ellos altos funcionarios y hasta Ministros cesantes o militantes.
Y ellos, regocijados por la alegría de la vieja, reían como niños grandes, con una carcajada sonora que marcaba bajo la piel la fuerte osamenta de las mandíbulas y dejaba al descubierto el luminoso marfil de unas dentaduras envidiables. La vieja se levantó la falda para rebuscar en una bolsa de lienzo pendiente sobre las enaguas, donde guardaba el capital de su comercio.
Alegres y regocijados se hallaban todos, lo mismo los del patio que los de la cazuela, con las sabrosas razones que pasaban en la escena, cuando a la puerta del teatro se oyó una gran voz que dijo: Don Rosendo, está entrando la Bella-Paula. El efecto que aquel inesperado grito produjo, fué inexplicable.
Eran unos hombres que venían borrachos profiriendo horribles juramentos, atropellando y riendo desenfrenadamente como una turba de demonios regocijados. La joven sintió tal sobresalto, que no pudo permanecer allí un instante más y echó á correr con mucha ligereza.
Se dice que los antiguos godos tenían la costumbre de resolver sus asuntos dos veces, una borrachos y otra serenos. De esta manera unían en sus decisiones el atrevimiento y la prudencia. Martín sintió no haber seguido esta prudente táctica goda, pero se calló y dió a entender que se encontraba en uno de los momentos regocijados de su vida. ¿Qué? ¿vamos a ir? preguntó Bautista. Probaremos.
Dicen que no soy feo, pero soy desmañado, torpe, corto de genio, poco ameno; tengo trazas de lo que soy; de un estudiante humilde. ¿Qué valgo yo al lado de los gallardos mozos, aunque algo rústicos, que han pretendido a Pepita; ágiles jinetes, discretos y regocijados en la conversación, cazadores como Nembrot, diestros en todos los ejercicios de cuerpo, cantadores finos y celebrados en todas las ferias de Andalucía, y bailarines apuestos, elegantes y primorosos?
Alongado, pues, don Quijote buen trecho, volvió la cabeza y vio que Sancho venía, y atendióle, viendo que ninguno le seguía. Los del escuadrón se estuvieron allí hasta la noche, y, por no haber salido a la batalla sus contrarios, se volvieron a su pueblo, regocijados y alegres; y si ellos supieran la costumbre antigua de los griegos, levantaran en aquel lugar y sitio un trofeo.
Palabra del Dia
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