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Actualizado: 4 de junio de 2025


El Rey tenía empeño en ello, y le había prometido regalarle el uniforme con todos los accesorios de espada, espuelas y demás. ¡Qué guapín estaría su papá con su casaca blanca, toda blanca!... Al llegar aquí, la pobre niña sentía empapado enteramente su ser en una idea de blancura; al propio tiempo una obstrucción horrible la embarazaba, cual si las cosas que reproducía su cerebro, muñecos y Palacio, estuvieran contenidas dentro de su estómago chiquito.

No, no he estado replicó el chico con visible malestar, poniendo los ojos serios y distraídos para atajar, si era posible, las bromas insulsas con que Moreno solía regalarle. Pues, hombre, me sorprende muchísimo, porque unas vísperas me parece a que no son para desperdiciar... sobre todo solemnes. ¡Anda, que cuándo te verás en otra! Pues en seguida replicó Llot malhumorado.

Cuenta Cide Hamete Benengeli, en la segunda parte desta historia y tercera salida de don Quijote, que el cura y el barbero se estuvieron casi un mes sin verle, por no renovarle y traerle a la memoria las cosas pasadas; pero no por esto dejaron de visitar a su sobrina y a su ama, encargándolas tuviesen cuenta con regalarle, dándole a comer cosas confortativas y apropiadas para el corazón y el celebro, de donde procedía, según buen discurso, toda su mala ventura.

Esta carta yo la , cuando el tal indio estuvo en esta ciudad de Buenos Aires á pedir á su Señoria algun socorro de caballos, que no se les dieron, y solo se le ofreció regalarle si conseguia carta de los Césares, y la traia á su Señoria antes de llevarla á Chile.

Visitarían las tiendas de la calle de Toledo para que ella comprase las sábanas. Isidro, desoyendo sus protestas, pensaba regalarle cierto vestido expuesto en un maniquí a la puerta de una tienda de modas. Además, acordábase de que hacía tiempo que soñaba Feli con unas botas altas, muy altas, de suave color de limón y con muchos botones.

Le parecía una debilidad indigna de un marido «de mundo» regalarle ligas a su señora. Pidió consejo a Mesía respecto de su conducta futura con Petra. ¿Debo despedirla? ¿Tiene usted celos? No señor; yo no soy el perro del hortelano... aunque he de confesar que algo me disgustó en el primer momento el descubrir aquella prueba de su liviandad. Pero ¿está usted seguro de que la liga es de Petra?

Tal vez a impulsos del próximo parentesco se decidiese a regalarle una de aquellas joyas. Puede ser que Margalida le quiera, y entonces el Ferrer me una de sus pistolas. ¿Usted qué cree, don Jaime?...

Figurose que sería por apetito de barquillos, y le hizo una seña, con ánimo de regalarle algunos. La muchacha se acercó, fascinada por el brillo de la sociedad alegre y juvenil; pero al entender que la brindaban con tomar parte en el banquete, encogiose de hombros y movió negativamente la cabeza. Bien harta estoy de ellos pronunció con desdén.

Finalmente llegándose el dia de Navidad le envió á llamar, diciéndole que estuviese de buen ánimo pues le habia asegurado con su y palabra. Estuvo dudoso mucho tiempo, hasta que se desengañó, y se fué al Emperador, de quien fué magníficamente recibido, pero siempre se retiraba á los navíos, á donde el Emperador tuvo siempre cuenta de regalarle.

Presentado había ya su proposición a las Cortes, cuando fué llamado con gran urgencia por el Ministro de la Gobernación, su especial amigo. Acudió a la cita más que de prisa; encerróle S.E. en el camarín más oculto de su despacho; y después de pasarle la mano por el lomo y de regalarle una breva, ¿Cómo anda usted de fondos en Madrid? le preguntó en seco. Don Simón se quedó petrificado.

Palabra del Dia

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