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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Ahora que me he soltado paréceme la cosa más fácil del mundo. De esta falta le pido a usted perdón, porque reconozco que me porté mal.

Don Rodrigo Calderón me habló por él; me ponderó lo útiles que podían ser servicios, y en dos años le hemos hecho capitán, y después sargento mayor. Don Rodrigo me le ha mostrado varias veces, y... veamos si le reconozco: es un hombre soldadote, buen mozo, ya maduro...

; reconozco que no estoy del todo mal. El tiempo no me muerde. Un poco más de tocador, he ahí todo. Yo soy de las que mueren de pie, sin sacrificar a la edad nada de su exterior. Antes que entregarme me mataría. Quiero eclipsar a Ninon de Lenclos. Era verdad. Los ocho años no habían marcado su paso por ella.

PANTOJA. Nada. Que para ese plan... hermosísimo, lo reconozco... no puedo ofrecer a usted mi cooperación. De modo que según usted, mi señora Doña Evarista, si la niña quiere perderse, que se pierda; si ella se empeña en condenarse, condénese en buen hora. Está. EVARISTA. ¡Oh! no... Me falta valor para intervenir... ¿Y con qué derecho?... Imposible, Don Salvador, imposible...

Al llegar á la casa de Pascual, serían las diez de la mañana, lo primero que vieron fué á Pascuala fregando vasos. Preguntáronle si había venido Clara á su casa, y ella contestó: Anoche, si, señor; después de media noche vino. Pero ya reconozco al caballerito sobrino de mi amo, que estuvo allá á preguntarme por su tío. ¡Gracias á Dios! exclamó éste. ¡Qué suerte hemos tenido!

En la referida carta se viene a decir que las anteriores crónicas son excesivamente graves y un tanto sermonarias, a pesar de ir envueltos los temas en una ligera ironía, en un «pequeño chichoneo», según palabras textuales de mi comunicante. Agrega que debo tratar asuntos más divertidos, más alegres, como fiestas, bailes, saraos, etc. Reconozco la razón de la señorita que me escribe.

Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y aun con gritos tal vez. Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera: Reconozco mi delito.

Bien, amigo mío, reconozco ahí tu espíritu de iniciativa; pero por el momento, no veo la necesidad... ¡Oh! no, tío exclamó a su vez Bertrán, no vuelva a caer en sus historias de cristalería. Un poco de paciencia, que pronto vamos a dejarlos solos; entonces podrán conversar libremente y ocuparse de sus negocios.

La ingenuidad con que expresaba Nina su pensamiento no llegó a penetrar en el alma de Doña Paca, que sin moverse de su asiento, y con los cuchillos en la falda, prosiguió diciéndole: «No hay otra como para componer las cosas, y retocar tus faltas hasta conseguir que parezcan perfecciones; pero yo te quiero, Nina; reconozco tus buenas cualidades, y no te abandonaré nunca.

He jurado dijo finalmente dedicar mi buque y mi vida á causar todo el daño que pueda á los asesinos de mi hijo... Ese hombre me denuncia para vengarse. Reconozco que mi ceguera amorosa me arrastró á un delito que no olvidaré nunca. Bastante castigado estoy con la muerte de mi hijo... pero no importa: que me sentencien también los hombres.

Palabra del Dia

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