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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Yo reconozco que en esta casa hace falta un chiquitín. También yo lo deseo tanto como vosotras; pero esto, hija de mi alma, no se puede ir a buscar a las tiendas, ni lo debe traer Estupiñá debajo de la capa, como las cajas de cigarros. El parecido, convéncete tontuela, no es más que la exaltación de tu pensamiento por causa de esa maldita novela del niño encontrado.
Pero si ya te he dicho... argüía sofocado Juan Pablo. Déjame que acabe... No es eso... ¡qué cuña! Volvemos a lo mismo. ¿No me conozco yo en mí, uno, consciente, responsable? ¡Otra te pego! Pero ven acá... Aguarda. Si yo me reconozco íntimamente en la sustancia de mi yo...
Cuando vuelvo a casa, cuando me quedo solo en mi cuarto, en el silencio de la noche, reconozco todo el horror de mi situación, y formo buenos propósitos, que luego se quebrantan. Mi padre, confiado hasta lo sumo, sin sospechar lo que pasa en mi alma, me dice cuando llega la hora: Vete a la tertulia. Yo iré más tarde, luego que despache al aperador.
Merchán da la prueba de tan aventurado aserto cuando asegura que no hay español que pueda engendrar en América un hijo que no reniegue de su casta y que no se rebele contra la nación á que pertenece. Por dicha el Sr. Merchán se equivoca, y también se equivocó el señor Menéndez y Pelayo, y yo lo reconozco, aunque disculpo la última equivocación, enmendada ya. El Sr.
Por lo demás yo reconozco que es íntegro... y que sabe... que sabe... por más que su decantado darwinismo... y aquella locura de injertar gallos ingleses...». Guimarán fue varias veces derrotado por Frígilis en sus polémicas.
Ruborizose Laura hasta la raíz de los cabellos al oír semejante frase... Y Coca, siempre espontánea y sincera, le dijo en voz baja: Creo que tú vas a ganar la apuesta... Te casarás con Vázquez... Me alegro y te felicito... Si la coquetería y la mentira triunfan a veces, también triunfan otras veces la buena fe y la bondad... Lo reconozco.
Cuando se me arguye en este sentido, se supone lo mismo que se busca; se me ataca por principios que yo no reconozco.
Corro a mi casa, pongo en movimiento a mi familia, hágome la ilusión de que emprendo un viaje, y de cuartel en cuartel, de calle en calle, de manzana y hasta de piso en piso, recorro alegremente y reconozco los más recónditos escondrijos y rincones de esta populosa ciudad.
Recuerdo y reconozco como mortales muchos pecados míos, pero confiando en la infinita misericordia de Dios, creo que me los perdona. Siento la contrición y yo misma me absuelvo. El remordimiento ya no me atosiga, pero hay un sentir poco cristiano, hay en mi ser un cruelísimo orgullo, que, más que todo remordimiento, atormenta y mata.
Es una gracia inmensa, lo reconozco, que mis aficiones por el recogimiento en Dios, me hayan hecho robar casi diariamente, durante mi vida, algunas horas o solamente algunos minutos, para ocuparme exclusivamente de El.
Palabra del Dia
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