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Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: cosas de este país; que con vanidad pronunciamos, y sin pudor alguno repetimos. ¿Nace esta frase de un atraso reconocido en toda la nación?

Doña Beatriz se mostró expansiva y acabó por estar justamente jactanciosa. Declaró con orgullo que tenía por gloria suya el haber amado al aventurero genovés, el haber descubierto y reconocido todo el valer de su espíritu y el haber creído y esperado en la alta misión que le habían confiado los cielos, cuando todavía eran muy pocos los hombres que no le desdeñaban.

Sólo la Alemania de aquel profesor intentaba imponerse al mundo en nombre de la superioridad de su raza, superioridad que nadie le había reconocido, que ella misma se atribuía, dando á sus afirmaciones un barniz de falsa ciencia. Hasta ahora, las guerras han sido de soldados continuó Hartrott . La que ahora va á empezar será de soldados y de profesores.

El médico que me ha reconocido dice que me encuentro en segundo grado de tisis pulmonar, y por si la ciencia tiene aún algún remedio para mi mal, me dirijo a usted, que está reputado como el primer médico que hoy tenemos. Muchas gracias, querido contestó el doctor, dirigiéndole una larga mirada de compasión.

En general, los terapeutistas modernos han reconocido la necesidad de introducir como elemento de la materia médica la observacion de los efectos de los medicamentos sobre el hombre sano. aquí una confesion de los errores del pasado y de los defectos de la antigua materia médica, y al mismo tiempo un homenaje tributado á Hahnemann, y una base para el porvenir.

Las mismas contestó Vérod, mirándole en los ojos; pero más urgentes, más desconsoladoras que las que usted recuerda. Usted me conoce, ¿no es cierto? Yo también lo he reconocido en el acto. Usted sabe que yo vi demasiado temprano la miseria, el vacío, el horror de la vida.

Si alguien hubiera dicho al señor de Villanera que la señora Chermidy le amaba por el interés, se habría encogido de hombros. Ella no le había pedido nada y él se lo había ofrecido todo. Al aceptar cuatro millones, le hacía un favor y él le estaba reconocido.

Pasemos a otro orden de ejercicios... El señor Ernesto Lucien sale de su alcoba y entra en su despacho. Como vive de una renta vitalicia de cincuenta mil francos, legados por un padre que ha reconocido así las bondades de la madre sin reconocer al hijo, el señor Ernesto Lucien no necesita trabajar en su despacho.

En mis diversos viajes he podido visitar las bibliotecas nacionales y extranjeras más ricas en obras de esta especie; he tenido ocasión de llenar las lagunas que no habían podido colmar mis lecturas; he reconocido ciertas fuentes de la historia del teatro español, ignoradas por completo hasta ahora y no poco curiosas, y por último, merced á mi residencia en España, me he familiarizado con su literatura dramática y arte teatral moderno.

Yo no he sido amante de vuestro padre, don Juan, yo no tengo de común con él nada más que vos, que sois nuestro hijo y os he reconocido... porque mi corazón de madre no ha podido contenerse... os he llamado después para abrazaros, para veros junto á mi á solas; para deciros: yo os amo, os amo con mis entrañas, con mi alma, con mi vida... os amo desde el momento en que os sentí alentar en mi seno; os amo más que á mi hijo don Carlos, más, mucho más, porque me habéis sido más costoso, y al conoceros, don Juan, estoy orgullosa de ser vuestra madre... y yo os veré, os veré todos los días... ¿no es verdad que os veré?