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Actualizado: 29 de julio de 2025
Pobre, obscuro, sin protector, sin recomendaciones, entró en Roma, donde hoy dos regios templos, ricos en pinturas y en mármoles y jaspes, conmemoran sus grandes servicios á la Iglesia; donde su imagen está esculpida en plata maciza; donde sus huesos, en una urna cubierta de joyas, se ven colocados ante el altar de Dios.
Pepe, casi temeroso de una nueva decepción, añadió: Chico, no sabes lo harto que estoy de sufrir: hasta he pensado en llevarle a los incurables; pero me harían falta recomendaciones que no tengo, y no podría ver a mi padre cuando quisiera... mientras que en casa de Engracia... ¿Querrá ella? dijo el impresor. La he hablado, y dice que sí; pero que nada resolverá sin tu consentimiento.
Cuando obtenemos las cosas deseadas, no nos causan todo el placer que esperábamos de ellas; el deseo, sin duda, las ha descontado de antemano. A todo esto no se me iban de la cabeza las recomendaciones de Luciana y he debido de aderezar con ellas el pudding que he confeccionado con mis propias manos.
Pepe entró en caja, siendo destinado a un regimiento; pero las recomendaciones buscadas por Millán fueron tan eficaces que, merced a ellas, pudo hacerse a favor de su amigo una de esas combinaciones en que la interpretación de las leyes se amolda a los antojos de la influencia.
»No terminaré despidiéndome de usted, amiga mía, porque con ese motivo pienso escribirle una carta muy extensa en la que habré de hacerle mis recomendaciones: entre todas, la primera debe ser la de hablarle de mí a Magdalena todos los días, sin olvidar ni uno solo.» Sábado, a las cinco de la tarde. «Me marcho mañana, querida Antoñita.
Con el vientre oprimido por la correa nueva y el revólver al costado, caminaban en busca del ferrocarril que había de conducirlos al punto de concentración. Uno de sus hijos llevaba el sable oculto en una funda de tela. La mujer, apoyada en su brazo, triste y orgullosa al mismo tiempo, dirigía con amoroso susurro sus últimas recomendaciones.
¡Yo sé bien, sí, lo que hay en todo esto; lo que se necesita para mover los asuntos, son recomendaciones, cartitas, empeños ... y aceite para la máquina!... ¡Pero, déjese usted estar; yo veré al ministro y le contaré lo que pasa! ¡Se ponen ustedes a charlar y a tomar té, y no llevan los asuntos a la firma! ¡Ya verán ustedes el trote que les voy a meter!
El Ministerio de la Guerra, las Direcciones de las Armas y otros centros militares, estaban llenos de soldados y oficiales que, protegidos por recomendaciones, habían encontrado medio de burlar su mala suerte, librándose de incorporarse a sus batallones; y el abuso adquirió tales proporciones, que fue preciso evitarlo.
El soldado bromeaba ante el talle algo deforme de su mujer, saludando al ciudadano próximo á surgir, anunciándole un nacimiento en plena victoria. Un beso á la compañera, un cariñoso repelón á la prole, y luego se unió con los camaradas... Nada de lágrimas. ¡Valor!... ¡Viva Francia! Las recomendaciones de los que se marchaban eran oídas. Nadie lloraba.
El marino aprovechaba todas las revueltas de la calle para cortar estas recomendaciones con sus besos. Ella avanzó remolcada por él, sin voluntad, como si fuera á dormirse marchando. Una voz cantaba con diabólica satisfacción en el cerebro del capitán: «¡Ya está madura!... ¡ya está madura!» Y seguía tirando de ella, siempre en línea recta, sin saber hacia dónde caminaba, pero seguro de su triunfo.
Palabra del Dia
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