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El juez, a quien se avisó, tuvo la atención de venir por tratarse de una señorita, y delante de él volvimos, como ante el inspector, a exponer nuestro litigio. El tenedor de libros también reclamó. Yo pedí, desde luego, el depósito de Gloria en lugar adecuado, y el juez lo decretó inmediatamente.

Como de costumbre, el espléndido inglés reclamó para las preeminencias de banquero, y tallando él con serenidad, apuntando nosotros con zozobra y emoción, le desvalijamos a toda prisa. Sobre todo Amaranta y yo tuvimos una suerte loca. Doña Flora, por el contrario, veía mermados con rapidez sus exiguos capitales y D. Diego se mantuvo en tabla con vaivenes de desgracia y fortuna.

Eso será si a se me antoja manifestó la bella ex florista levantando hacia él los ojos con expresión provocativa. Salabert dejó escapar ciertos gruñidos que Amparo consideró ofensivos. Hubo una escena violenta. La bella reclamó con fiereza su independencia; le cantó lo que ella llamaba con clásica erudición "verdades del barquero". El banquero, excitado, contestó con su grosería habitual.

Parece que en la prisión, como su espíritu era inquieto y turbulento, traía siempre revueltos á los demás presos, gente de la hería, nada pacífica ni sosegada, y esto dió motivo á que, denunciado por blasfemo horrendo, saliese un día por las calles de Sevilla á sufrir los infamantes azotes; y no quedó aquí el castigo, sino que la Inquisición lo reclamó y le hizo á fin de 1699 salir en auto público, encorozado y con una mordaza, enviándolo luego á sufrir seis años de galeras.

Resulta de que esta paré del güerto que yo tengo, se vino abajo por un lado, quedó un juriaco abierto, y entraron por él dos de la vista baja, con perdón de ustedes. Resulta de que estos animales jocáronme el güerto y me asolaron la probeza que en él tenía..., y resulta de que pido y reclamo que se me reconozca el daño y se me pague.

El párroco don Ventura, después de leer dos proclamas de casamiento y de anunciar las fiestas de la semana, cogió otro papel que a prevención tenía sobre la mesa del altar; reclamó con mucho encarecimiento toda la atención de sus feligreses, y comenzó a leerle, en voz recia, pero alterada por una gran emoción.

En balde reclamó Jorge Brito del rey Achin la entrega de mercancías, de armas y hasta de portugueses cautivos, de que se había apoderado por sorpresa o aprovechándose del naufragio de dos buques de Portugal en aquellas costas. En dos fustas y con menos de trescientos hombres de desembarco navegó contra la corriente del río hacia la capital de los achineses.

Y ella, ¿qué tal está?... Buena moza, ¿cómo va ese valor?». La joven no respondía. Estaba como aletargada. Pero el chico siguió chillando, y al reclamo de él, la madre abrió los ojos, y tomándole en brazos, le acercó a su seno. Ballester mandó a la criada que quitara la luz, que acaloraba mucho la alcoba, y se sentó donde antes había estado Maxi.

Lumpiâ de chino hecho de carne de cerdo... ¡Que se ofrece al P. Irene! ¡Sopla! El P. Irene no come cerdo si no se quita la nariz, observó en voz baja un joven de Iloilo á su vecino. ¡Se quitará la nariz! ¡Abajo la nariz del P. Irene! gritaron todos en coro. ¡Respeto, señores, más respeto! reclamó Pecson con cómica gravedad. El tercer plato es una torta de cangrejos...

La concurrencia crecía cada año, y era forzoso apelar al reclamo, recibir y expedir viajantes, mimar al público, contemporizar y abrir cuentas largas a los parroquianos, y singularmente a las parroquianas.