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Los antiguos griegos habían sido de origen germánico; alemanes también los grandes artistas del Renacimiento italiano. Los hombres del Mediterráneo, con la maldad propia de su origen, habían falsificado la Historia. Pero en lo mejor de estos ensueños ambiciosos, el cruzado del pangermanismo recibía un balazo del «latino» despreciable, bajando á la tumba con todos sus orgullos.

En Río se seguía la vida de costumbre, si bien muchos caballeros y la elegante juventud dorada echaban de menos la tertulia de Rafaela, la cual andaba retraída y triste, y no recibía. Muchos jóvenes de la buena sociedad acudían con frecuencia al casino como único recurso.

Si los allegados al Conde de Essex seguían naturalmente el ejemplo del magnate, los agasajos de uno de ellos, de Francisco Bacón, que le recibía á mesa y mantel en Twickenham-Park, dieron origen á un testimonio irrecusable.

Supongo que una visita no ha de ser eterna, y que alguien ha de dar ejemplo en lo de tomar el camino de la puerta, y que no hay ofensa a Dios ni al prójimo en llamarse Estatira. En cada noche recibía la llorona una peseta columnaria y un bollo de chocolate. Y no se olvide que la ganga duraba un mes cabal.

Con todas estas ventajas, hasta bendecía el alejamiento a que se la condenaba en su propio hogar, porque, al fin y al cabo, le procuraba una independencia de la cual sacaba ella mucho partido para vivir a su gusto; y si hubiera conocido el placer de la venganza, la hubiera hallado bien cumplida en los testimonios de cordial amor que recibía de las visitas y de los amigos de la casa, a escondidas, por supuesto, de todas las gentes de ella.

De allí a dos días, mientras Helena y doña Flora fueron a pasar la tarde en casa de unos parientes, don Gaspar recibía en su despacho a un hombre que, llamado por él de antemano, acudió puntualmente a la cita. Era uno de los de al lado, de aquellos que con nombre y calidad extranjera, adquirieron la fábrica donde al caer la tarde se entonaban cánticos tristes en una lengua muerta.

La duquesa, rodeada de sus más íntimas rivales, recibía de cuantos se la acercaban elogios tributados a su buen gusto, casi todos cortados por un mismo patrón, muy pocos ingeniosos o bien dichos. Su traje era objeto de hablillas entre las damas, de admiración entre los hombres.

Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.

Al fin, los solícitos cuidados y la fuerza de su constitución triunfaron de la enfermedad. Huberto había ido a enterarse del estado del enfermo, pero cada vez más se sentía helar a la vista de aquella casa triste y de aquella familia desolada. Además, los informes que recibía sobre la cristalería aumentaban su reserva y su circunspección.

Pero aunque nada le decía, harto le daba a entender su extraordinaria predilección, atrayéndole de continuo, y no hallándose a placer sino cuando le tenía a su lado, le hablaba o le escuchaba. El P. Enrique, por su parte, no manifestaba la menor extrañeza por los favores que de doña Luz recibía.