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Actualizado: 17 de julio de 2025


Esta vacilación hizo que Marta se estremeciera de esperanza y alegría; pero, sin embargo, prosiguió con fingida tristeza: ¿La causa de vuestra influencia sobre la condesa no será acaso de tal naturaleza que no pueda conocerla la mujer a quien habéis ofrecido vuestra mano, y no podría suceder que si yo la descubriese me viera en el caso de rechazar vuestras proposiciones?

El notario retrocedió, reculando, hasta el rincón más oscuro de su cuarto, con los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada extraviada, y extendiendo hacia adelante los brazos, como para rechazar a un enemigo. Castañeteando los dientes, murmuró con voz sofocada, como en las novelas de Javier de Montepin: ¡

Entonces se comprende tambien por qué las ideas de desinterés, de sacrificio, se nos presentan tan bellas en el órden moral, y nos hacen rechazar instintivamente la teoría del interés propio: nada mas desinteresado, que el amor; nada mas capaz de grandes sacrificios que el amor. El amor que tiene á las criaturas es completamente desinteresado, porque nada puede recibir de las mismas.

No; no está su envidiable superioridad en los respetos sociales, ni en la estimación pública, que, aunque aparente y mentida, es poderoso elemento de felicidad, porque hace que todos les guarden consideraciones y respetos; ni está en la tranquilidad de una vida sin afanes, que también los tiene el rico, y grandes y terribles, sino en la noble entereza que les da el dinero para rechazar los ultrajes, para no pedir a nadie favores ni indulgencia con mengua del propio decoro.

Quise rechazar mi constante preocupación por medio de la lectura, pero dió la casualidad que la única obra que había llevado conmigo era la Historia de Bernal Díaz del Castillo, y ella, lejos de proporcionarme distracción, daba rienda suelta a los más extraños pensamientos. Dejé el libro y salí a pasear por las vegas, hasta el anochecer.

Ferpierre no podía rechazar a priori la idea de que Zakunine había vuelto a amar a Florencia d'Arda, aun después de haberla infligido tantos tormentos: en un espíritu como el suyo, inclinado a los extremos, obediente a solicitaciones contrarias, esa renovación sentimental era posible, especialmente desde que la Condesa amaba a Vérod.

Temían a las oficinas de inmigración de Buenos Aires, prontas a rechazar las gentes enfermas o de contagiosa suciedad, obligando al buque a repatriarlas gratuitamente. En los «latinos» de proa verificábanse iguales transformaciones. Las comadres de Nápoles y de Castilla abrían sus arcas para extraer sayas y corpiños.

Rechazar el pecado valerosamente, purificarse, librarse del fuego eterno... y además poseer a Fernanda. Hacía tiempo que sus relaciones criminales no tenían más que un punto luminoso, Josefina. Si no fuese por ella, se hubiera marchado de Lancia.

A pesar de la fortaleza y sosiego que había mostrado para rechazar las súplicas del P. Gil, su cerebro trabajaba agitado, febril. Aquella visita tan inesperada removió los recuerdos felices y aciagos que se habían depositado en el fondo de su ser, y que ya no le molestaban.

La señorita Margarita frunció sus negras cejas y se sentó haciendo un signo con la mano, como para rechazar toda responsabilidad, en la catástrofe inminente que preveía. Si necesita usted espuelas, tengo un par á su servicio agregó entonces el señor de Bevallan que decididamente pretendía que yo no volviese.

Palabra del Dia

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