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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Allí todo es vigoroso, segun la idea materialista que se tiene de lo útil, y se piensa mas en la especulacion y el lujo suntuoso y muy fascinador ú ostensible, que en el arreglo agradable de las cosas que consulta al mismo tiempo la economía, la delicadeza de gustos y la comodidad. Ese es el genio del pueblo inglés, y sería inútil rebelarse contra los resultados que de él se derivan.
¡Oh, Mabel! intervino María Teresa, ¡puede usted decir eso! ¡Hay tanta miseria todavía!... Me sorprende que todos los que se mueren de hambre permanezcan tan resignados y no traten de rebelarse contra nosotros, que disfrutamos de todo. Somos muy culpables hacia ellos... ¿Culpables?... ¿culpables de qué?
Razón tuvo Apeles de desdeñar el juicio del menestral, diciéndole: zapatero á tus zapatos; pero el zapatero no podía en cambio recusar á Apeles como juez de su calzado, ya que Apeles, si no sabía hacerle, tenía que pagarle, gastarle y andar con él cómodamente. Quiero decir con esto que, en todo caso, el artista y el poeta podrían rebelarse contra la censura.
Oiga usted, don Federico contestó María , yo entiendo que la superioridad me ha de valer para que por ella me tengan en más, y no en menos. Válgame Dios, María, ¿es posible que así trueques los frenos? La superioridad enseña cabalmente a no engreírse con lauros y a no rebelarse contra injusticias. Pero esas son añadió riéndose cosas de tu edad casi infantil y de tu efervescente sangre meridional.
Hacen revoluciones, son capaces de rebelarse, pero se detendrán siempre ante el umbral de la Iglesia, que fue su señora por la fuerza y continúa siéndolo sin ella. No hay miedo de que entren aquí: esté usted tranquilo, don Antolín; y eso que, en justicia, tendrían muchas cuentas que pedirla sobre el pasado. ¿Es porque son religiosos como en otras épocas?
Era esa la condición del cuerpo de Josefina semejante a la de la cola que los escultores usan para vaciar sus estatuas, que recibe toda forma que se le quiera imprimir. Josefina entraba dócil en los moldes impuestos por la moda, sin rebelarse ni protestar jamás. Tenía su físico algo de impersonal, una neutralidad que le permitía variar de peinado y de adorno sin mudar de tipo.
Así se comprende dijo Gabriel la cínica confesión del canónigo Llorente al explicar por qué fue secretario del Santo Oficio: «Tocaban a asar, y para no ser asado, me puse de parte del asador.» A los hombres inteligentes no les quedaba otro remedio. ¿Cómo resistir y rebelarse? El rey, dueño de vidas y haciendas, no era más que un servidor de obispos, frailes y familiares.
Le miró todavía con ojos coléricos, le cubrió de dicterios, le amenazó con marcharse á la primera ofensa que le hiciera; pero, desahogada su cólera, consintió al cabo en quedarse. Sumisión. No volvió á rebelarse. Aquel hombre de corazón altivo, tan fiero con las mujeres que habían tenido la desgracia de amarle, rindió al fin la cerviz al yugo de la última.
Así era, como aquella música: dulce, tranquila, sentimiento serio, fuerte a su modo, pero mesurado, suave, amigo de la conciencia satisfecha, amando el amor dentro del orden de la vida; como se suceden las estaciones sin rebelarse, como corren la noche y el día uno tras otro, como todo en el mundo obedece a su ley, sin perder su encanto, su vigor; así amar, siempre amar, bajo la sonrisa de Dios invisible, que sonríe con el pabellón de los cielos, con el rozarse de las nubes y el titilar de las estrellas!». «Mi Serafina, mi mujer según el espíritu, recuerdo de mi madre según la voz; porque tu canto, sin decir nada de eso, me habla a mí de un hogar tranquilo, ordenado, que yo no tengo, de una cuna que yo no tengo, a cuyos pies no velo, de un regazo que perdí, de una niñez que se disipó. ¡Yo no tengo en el mundo, en rigor, más parientes que esa voz!». ¡Cosa más particular!
Y Marta no sabía salir de ahí «¡te pierdo, te pierdo para siempre!» No sabía salir porque era lo único que en aquel instante llenaba su corazón, un corazón que jamás se equivocaba. Acostumbrada a dejarse dictar creencias y opiniones, Marta aceptaba sin rebelarse la de que su hermana obraba bien al encerrarse en un convento. Pero era señora absoluta de su corazón. Allí no mandaba nadie.
Palabra del Dia
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