United States or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Apenas si se atreve a decir a Pepita «buenos ojos tienes»; y en verdad que si lo dijese no mentiría, porque los tiene grandes, verdes como los de Circe, hermosos y rasgados; y lo que más mérito y valor les da, es que no parece sino que ella no lo sabe, pues no se descubre en ella la menor intención de agradar a nadie ni de atraer a nadie con lo dulce de sus miradas.

El conde de Trevia en sus actitudes y maneras tiene más de gato que de mujer. La condesa está sentada á su lado y es mujer que seguramente no llega á los treinta años, pequeñita, de mejillas frescas y sonrosadas, ojos pardos rasgados, cabellos de un castaño claro, con una boca deliciosa provista de pequeños y blancos dientes. Una mujer sana y hermosa.

Los crustáceos habían de sacar de su coraza, que empezaba á rajarse, el múltiple mecanismo de sus miembros y sus apéndices: las patas, las antenas, las gruesas pinzas, operación lenta y peligrosa, en la que muchos parecían rasgados por su propio esfuerzo. Luego, desnudos é inermes, habían de esperar á que se formase una nueva piel que á su vez se convirtiese en armadura.

Por eso su cara, más que reflejo de lo mucho y excelente que había detrás de ella, era simplemente una losa puesta de intento allí para taparlo, con dos ametralladoras por ojos para defenderlo, y una boca que sólo se abría para dar el abasto de la metralla de los ojos. Y éstos eran negros y bien rasgados, y la boca muy bonita.

Mis ojos le veian en un tiempo feliz, yo no donde; pero siempre encontrarle ellos sabian... ¡Hoy no le encuentro ya! ¿Dónde se esconde? Suave el dorado virginal cabello, puros y azules los rasgados ojos, blanca la tez, enrojecido el labio, lánguido el talle. ¡Cuántas bellezas por mi mal nacidas! ¡Cuántos tesoros, para vedados! Tiemblo, mujer, al recordarte ausente, tiemblo y suspiro.

De pronto, se abrieron los paños como rasgados de alto a bajo, y dejaron ver un instante el ámbito de la estancia que ocultaban. El santuario de Fortuna era una alcoba. Hacia el fondo sonó el estallido desigual de un beso doble, y enseguida, salió tranquilamente un hombrecillo insignificante, feúcho, pequeñuelo y vulgar, que con aire de triunfo venía estirándose los puños y acariciándose la barba.

De repente sus ojos se detuvieron en un objeto que en el suelo yacía. ¡Cielos!... Migajas exhaló un rugido de dolor, y cayó de rodillas. Allí, tendida como un cadáver, los vestidos rasgados y en desorden, partida la frente alabastrina, roto uno de los brazos, desgreñado el pelo, estaba la señora de sus pensamientos ¡Lastimoso cuadro que partía el corazón!

El verano enviaba todos sus rigores, y en una noche de luna, la señora Moreno, con sus rasgados ojos, sonrosada y bonita como siempre, estaba sentada en la plaza disfrutando el perfumado incienso de la brisa de la montaña, y de otro incienso no tan puro ni tan inocente, pues a su lado estaban sentados el coronel Estrella y el juez Roberto Bob, y un turista recién agregado a la reunión.

A estas cualidades unia la de una figura esbelta y de mucho interés; era el tipo de la hermosura, colmada de gracia y dignidad: sus grandes ojos, espresivos y rasgados, denotaban el raro talento y energia de su alma, á lo que acompañaban los dignos y elegantes modales de la córte de Isabel, dechado de virtudes y moralidad.

Cuanto más meditaba sobre él, más verosímil me parecía. Entonces, bailándome el corazón de gozo, me senté a la mesa, saqué papel y me puse a escribir. No me salían más que protestas exageradas, ternezas empalagosas que al leerlas después me disgustaron. Tanto que, rasgados tres o cuatro pliegos, me decidí a esperar que las ideas se me compusieran un poco en la cabeza.