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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Ni aun le quedaba el derecho de encolerizarse y desahogar su rabia apellidándola pérfida, traidora, como acontece en la mayoría de los casos. María no era culpable de nada, absolutamente de nada. Su conducta, digna de elogios; y advertía que la villa entera los tributaba espontáneos y calurosos. Quizá en esta idea encontraba el joven marqués el único consuelo posible.

Rabia, rabia, rabia... Y no los tendrás, no los tendrás nunca, y yo ... Rabia, rabia, rabia...». Más allá del Banco volvió a reírse. Su monólogo era así: «¡Lo mismo que la otra, la señora del Espíritu Santo...! Doña Mauricia, digo, Guillermina la Dura... Quiere hacernos creer que es santa... ¡buen peine está!

Paco Luján volvió lentamente la cabeza hasta esconderla entre ambas manos como anonadado; clavóse en ella los agarrotados dedos temblando de rabia, y dos lágrimas, dos lágrimas de esas que rara vez se derraman a los quince años, brotaron de sus ojos y surcaron sus mejillas; la ira las secó al punto, como seca una gota de agua el simúm del desierto... Había leído en aquel papel una grosera chocarrería en que se mezclaban el nombre de su madre y encubiertamente el de Jacobo, firmada por el hijo de aquel hombre odiado, el mismo Alfonsito Téllez, el inofensivo Tapón, el diablillo de olor de rosa como le llamaba el rector del colegio, para expresar al mismo tiempo su sencillez de ángel y su travesura de diablo. ¡Qué golpe aquel tan inesperado y tan horrendo!

Haz el favor, te digo... No quiero verte, no quiero oírte, ni me importa que me quieras o no. Si me quieres, rabia y rabia; mejor. Yo me reiré viéndote padecer. Con que lo dicho, déjame en paz. Tengo un sueño espantoso... ¿No ves cómo se me cierran los ojos?». Y era mentira. Lejos de tener ganas de dormir, estaba muy despabilada y nerviosa.

Trevilla. Serv. Dei. Quiteria para curacion del mal de rabia. La causa de no haber tenido cumplimiento la bula de S. S. pudo ser quizás el haberse recibido en Córdoba cuando ya el obispo D. Gutierre habia fallecido, y antes del nombramiento de su sucesor.

»Tienes razón... Pero la amo... y no puedes comprender, teniendo el corazón helado, la rabia y la desesperación que en mi pecho se encierran y que mis labios callan. »Así, pues exclamó Teobaldo levantando la voz a impulsos de la cólera, es por un amor insensato, criminal, por lo que sacrificas el reconocimiento y el deber. »¡El deber!

La rabia del señor don José, al conocer la nueva, fué terrible, pero no tuvo otro medio por entonces que acatar lo mandado, terminando así esta cuestión de faldas.... eclesiásticas.

El telegrama de los Cuarenta y cinco era distinto muchas veces, pero el apoderado apenas pasaba por él una mirada de desprecio, estallando en ruidosa protesta. ¡Mentira! ¡Todo envidia! Mi papel es el que vale. Aquí lo que hay es rabia porque mi niño quita muchos moños.

Era hora de que terminase su rabia de aventuras, su deseo loco de tentar lo imposible, arrostrando los peligros más absurdos.

Pues si de los poquísimos, que escaparon del cuchillo vengador y victorioso, casi toda la multitud pereció de hambre, de enfermedad o de fuego, como dice Dión: y como dice Jerónimo, a los que perdonó el cuchillo, o los vendió la codicia, o los transfirió al Egipto acabando los más, o el naufragio, o el hambre, o la rabia; de donde salen, los que se esparcieron por diferentes Regiones; o con qué fundamento se dice, que como libres, aunque fugitivos, llegaron muchos a Mallorca con los mayores Rabinos? y cómo puede creerse, que siendo los más obstinados, los Rabinos, habían de ser los primeros que huyeran?

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