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Al oirme, suelta sus manos, ríe, se aprieta los ijares, alborota la calle, y pónenos á entrambos en escena. ¡Bien, mi amigo! ¿Pues en qué me has conocido? ¿Quién pudiera sino ... ¿Has venido ya de tu Vizcaya? No, Braulio, no he venido. Siempre el mismo genio. ¿Qué quieres? es la pregunta del español. ¡Cuánto me alegro de que estés aquí! ¡Sabes que mañana son mis días? Te los deseo muy felices.

También, según las circunstancias, llora ó ríe. No es raro dice, hallar huellas de lágrimas en mis manuscritos. Terminada la obra, Victoriano Sardou, que es, simultáneamente, un «visual» y un «auditivo», dedica toda su atención á ponerla en escena. A su juicio, es tan difícil presentar bien un drama, como escribirlo.

Las señoritas de Meré, al escuchar tal pregunta, quisieron volverse locas de alegría. Se les caían las lágrimas de risa. ¡Ay, qué Paquito! ¡Ay, qué corazón!... ¡No distingue un San Juan de un Salvador! Y ríe y que te ríe. Hacía muchos años que no habían oído nada tan gracioso.

¡Mírala que guapa está! dice Martín tirando a Juan de la manga. En el mismo momento descubre ella a los dos hermanos y ¡al diablo los modales estudiados! se levanta en el carruaje, agita la sombrilla con una mano y el pañuelo con la otra, ríe con abandono, y con la punta de su sombrilla da en la espalda al cochero para que ande más de prisa.

¡Esas son frases, Melchor, y nada más! Porque , como nadie, sabes que la desgracia se ha cebado en . Al oír esto, Melchor prorrumpió en una carcajada, diciendo al subrayar cada sílaba: ...Que la desgracia se ha cebado en ti... ¡esto es divino!... Ríe todo lo que quieras... eso es muy cómodo.

La alegría que sienten es comunicativa: quien les mira se ríe; no son beodos que inspiren miedo ni repugnancia, ni dan asco; su borrachera tiene ese algo respetable que merece el placer ajeno siendo inofensivo.

Yo sin Dios... no soy nada.... Sin Dios puede usted ir a donde quiera, Ana... esto se acabó... Estoy en ridículo, Vetusta entera se ríe de a carcajadas.... Mesía me desprecia, me escupirá en cuanto me vea.... El padre espiritual... es un pobre diablo. ¡Oh, pero por quien soy.... Miserable.... Me insulta porque estoy preso!...

Al día siguiente vino Petrona a visitarme, y como es tan ingenua y tan pintoresco su lenguaje, exclamó, dándome un abrazo: «¡Ay, Marianela, muchas gracias por haber hecho girar a la Pepa!». Inés se ríe del dicho de Petrona, pero noto que al punto vuelve a quedarse ligeramente triste. Trato de animarla: ¿Y qué tal la conversación de los cipreses? ¿Muy interesante, eh?... Mucho.

Es que yo adoro las lágrimas y el mundo se rie de ellas; es que es mi ambicion muy grande ó que mi alma es muy pequeña: es que siempre, combatido por encontradas ideas, fluctúa mi pensamiento por que la verdad no encuentra; es que no tengo la del mártir ni del poeta; es que todos mis dolores son despreciables miserias que no levantan el ánimo y que las fuerzas enervan; es que anhelo un imposible, delirio de mi tristeza; es que me falta un apoyo á que asir mi mano trémula; es ¡ay Dios! que el alma mia no ha hallado su compañera.