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Actualizado: 23 de mayo de 2025


¿Se ha sacado usted el premio gordo, por vida de...! exclamó Torquemada con grosería D. Juan, no gaste usted bromas conmigo.... ¿Es que duda de que le hable con seriedad? Porque eso de que no le hace falta.... ¡rábano!... ¡á usted que sería capaz de tragarse, no digo yo este pico, sino la Casa de la Moneda enterita... D. Juan.

Tanto hizo Segunda y tales enredos armó, que Estupiñá entró una mañana, gruñendo y echándoselas de hombre de mal genio que tiene que contraer todos los músculos de su cara para enfrenar su indignación. A cuanto le decían Segunda y su hermano, respondía con bufidos; y si la señora de Izquierdo no me le sujeta por un brazo, de fijo que echa a correr por las escaleras abajo. «No se puede tratar con estas tías farfantonas... Vaya usted al rábano. Vaya usted muy enhoramala». Pero dando estos respiros a su ira verdadera o falsa, ello es que no se marchaba, y Segunda le metió casi a la fuerza en la alcoba. Obedeciendo a un impulso instintivo, Estupiñá se quitó el sombrero en el momento en que sentía los chillidos del heredero de Santa Cruz que estaba pidiendo la teta con mucha necesidad. Al ver que el hablador descubría su venerable cabeza, Fortunata sintió en su alma inundación de alegría, y se dijo: «Eso es, saluda a tu amito.

Sobre el apelmazado suelo de un corral, entre un cascarón de huevo y una hoja de rábano, cerca del medio plato donde bebían los pollos y como á dos pulgadas del jaramago que se había nacido en aquel sitio sin pedir permiso á nadie, yacía una pequeña y ligerísima pluma, caída al parecer del cuello de cierta paloma vecina, que diez minutos antes se había dejado acariciar ¡oh femenil condescendencia! por un D. Juan que hacía estragos en los tejados de aquellos contornos.

Tomó el rábano por las hojas, y acercándose a la rozagante alemana, cuando ella creía que le iba a revelar un secreto, a hacer alguna íntima confidencia..., la cogió por el talle y le selló la boca con un beso estrepitoso. El grito de Marta se confundió con otro de los lejanos que lanzaba la parturienta.

A Bermúdez no le importaba un rábano tragarse delante de don Claudio Fuertes cuantas bravatas había echado por la boca en cierta ocasión, a trueque de ver a su hija satisfecha.

Mira, oye, acércate más.... Di al canalla de Su Excelencia que no tarde en fusilarme. Ya no puedo más. ¿Te sientes mal? ¿Padeces mucho? ¿A ti te importa algo que yo padezca o no? ¡Pues , padezco mucho, por vida del mismo rábano!... Tengo una lámpara encendida aquí. Incorporándose dificultosamente, llevose ambas manos a los hijares.

Váyase usted al rábano con sus Conjuntos y sus papás, le dijo Torquemada echando lumbre por los ojosBailón no insistió; y juzgando que lo mejor era distraerle, apartando su pensamiento de aquellas sombrías tristezas, pasado un ratito le habló de cierto negocio que traía en la mollera.

Que no le importa un rábano a nadie de fuera de esta casa saltó Juana con acento brusco, temiendo que la intrusión de un tercero pudiera torcer la marcha de aquel asunto que tan a su gusto caminaba. Pues quedaos con Dios dijo el señor cura, que ya conocía el humor de Juana, disponiéndose a salir de la tienda.

Ripamilán, que tenía los ojillos como dos abalorios, gritaba: ¡Fuera ese iconoclasta! ¡Las hortalizas, las hortalizas! ¿Eso quiere decir que a V. E., señor Marqués, la religión, el arte y la historia le importan menos que un rábano? ¡Bravo, paisano! gritó don Víctor, en pie, con una copa de Champaña en la mano.

Semejantes refinamientos se ignoraban en la Fábrica. Ni a las viejas se les daba un comino de enseñar en la fuga del baile la seca anatomía de sus huesos, ni a las mozas un rábano de desfigurarse, verbigracia, pintándose bigotes con carbón. El caso era representar bien y fielmente tipos dados; un mozo, un quinto, un estudiante, un grumete.

Palabra del Dia

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