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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Empecemos por el águila y otras aves de rapiña y carniceras que todos los señores de la tierra han elegido como emblema, poniéndoles á veces dos cabezas, como si quisieran ellos tener dos bocas para devorar. Es hermosa ciertamente el águila cuando se planta altanera sobre peñasco inaccesible á los hombres, y más magnífica todavía cuando se cierne tranquilamente en los aires, soberana del espacio.

Dispensa, Nanita; cuando uno es un hombre honrado, porque eso , a honradez nadie me gana... ¡ya la quisieran muchos para su uso personal! y uno es desgraciado... no hay razón. Todos no hemos de salir con mucha chispa en la cabeza o muchas uñas en las manos. ¡Qué pesado estás, Agapo! A ver, ¿qué te dió de almorzar la tía Silda? Pues la tía Silda... Hablando de la familia de Vargas, se animaba.

La actitud de la familia cambió de pronto. Maltrana permaneció en su cuarto, sin que le llamasen. Los parientes registraban e inventariaban por su propia cuenta, olvidados de él. Cuando le veían, su mirada era dura, sus palabras agresivas, como si quisieran vengarse de una vez de la adulación con que le trataron antes, del miedo que les había inspirado.

Además, entre vosotros no todos opinan de la misma manera; hay algunos a quienes les parece bien la inteligencia; hay otros a quienes no les ha alcanzado ni una chispita en el reparto y quisieran tenerla. En fin, es tal la confusión, que para evitar injusticias, vamos a hacer las cosas de modo que todos quedéis contentos.

No debía recordarle aquello: le causaba vergüenza y repugnancia. Ya no pudieron hablar más. Entró doña Cristina, pero esta vez seguida de su hija y Urquiola. Después de despedir á las amigas, se trasladaban al despacho para sentarse en torno de Sánchez Morueta, interponiéndose entre él y el doctor, como si quisieran evitar todo contacto entre ambos primos.

Preguntó luego a Dorotea le dijese cómo había venido a aquel lugar tan lejos del suyo. Ella, con breves y discretas razones, contó todo lo que antes había contado a Cardenio, de lo cual gustó tanto don Fernando y los que con él venían, que quisieran que durara el cuento más tiempo: tanta era la gracia con que Dorotea contaba sus desventuras.

¡Ya lo creo que se los compraría si quisieran tomarlos!... ¡Si dan ganas de coger un par de ellos y ponerlos en una rinconera, como si fuesen juguetes!...

Los toreros le hablaban como a un padre; él los tuteaba a todos, y bastaba un telegrama llegado de cualquier punto extremo de la Península, para que al momento el buen doctor tomase el tren y fuese a curar la cornada recibida por uno de sus «chicos», sin más esperanza de recompensa que lo que buenamente quisieran darle.

Era, en suma, el viejo más guapo, simpático y frescachón que se podía imaginar; limpio como los chorros del oro, el cabello rizado, el bigote como la pura plata; lo demás de la cara tan bien afeitadito, que daba gloria verle; la frente espaciosa y de color marfil, con las arrugas finas y bien rasgueadas. Pues de cuerpo, ya quisieran parecérsele la mayor parte de los muchachos de hoy.

Y luego de chocar las copas quedaron silenciosos, mirando atentamente los adornos de aquel salón, como si lo viesen por vez primera y quisieran llevarse impresa su imagen en el recuerdo. No se habían fijado hasta entonces en los escudos que adornaban las paredes entre guirnaldas doradas de frutas y hojas.

Palabra del Dia

bagani

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