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Actualizado: 3 de junio de 2025


A eso de las ocho, los treinta y tres barcos de la flota enemiga estaban a la vista formados en dos columnas. Nuestra escuadra formaba una larguísima línea, y según las apariencias, las dos columnas de, dispuestas en forma de cuña, avanzaban como si quisieran cortar nuestra línea por el centro y retaguardia.

Todo lo que quisieran, gritos, lloros, aclamaciones, todo, menos desfilar por las calles de Madrid y que la gente del centro presenciase el entierro, con su séquito de jornaleros que pedían venganza. Sobre la masa de cabezas se alzó, como contestación, un largo palo, y en su punta un guiñapo negro que parecía una mortaja. Era la bandera de cólera y dolor, improvisada por un grupo de muchachos.

Ofrecían un duro por cada peseta que quisieran arriesgar en favor de aquel cuitado. Y no ocultaban su asombro cuando veían aceptadas sus proposiciones por las gentes del país. ¡Qué zonzos! ¡Y cómo iban á perder el dinero!... La segunda hora de la lucha se desarrolló en silencio. La gente parecía anonadada por la monotonía del espectáculo.

Y aunque es verdad que hay otros pueblos en la provincia que no llegará su caudal a esta suma, también lo es que hay algunos que sobrepujan mucho, y que ninguno hay que con lo que tiene y sus proporciones no pueda establecer unos propios que los quisieran tener muchas ciudades de América.

Los propietarios de la villa Cyclamens habían pensado primero en cambiar el nombre de la villa, temerosos de que aquel triste recuerdo impidiera que otros quisieran vivir en ella; pero en la próxima estación la solicitó expresamente un inglés movido por la curiosidad despertada en él por el drama de Ouchy.

El espada dejaba pender sus brazos con desaliento. ¡Pero aquel bicho era inmortal!... Las estocadas no le causaban mella. Parecía que no iba a caer nunca. La inutilidad del último golpe enfureció al público. Todos se ponían de pie. Los silbidos eran ensordecedores, obligando a las mujeres a taparse los oídos. Muchos braceaban, echando el cuerpo adelante, como si quisieran arrojarse a la plaza.

El Duque mandó soltar todos los prisioneros y volverles lo que les habían tomado, y envió con su secretario Monreal al jeque, siete esclavos negros que se habían huído de sus amos para venir á ser cristianos. Paresció mal á todos, porque cuando quisieran complacer al jeque y á sus dueños, pudieran pagárselos.

Los Griegos quando supieron el camino que los Catalanes habian tomado, poco seguros de que no volviesen, no los quisieron irritar, aunque la presteza de su camino fué de manera, que aunque les quisieran seguir no pudieran alcanzalles, y quedaron con nuevos temores de gente, cuya industria, y valor excedia todas sus fuerzas, y consejos.

En segundo lugar, cuidaría el gobernador de que a los indios no se les impidiese el sembrar y hacer sus chacras en donde les pareciese y acomodase, como lo practican ahora; pues, estando acostumbrados todos ellos a tener chacras, es preciso que a lo menos los primeros años sigan esta misma costumbre, hasta que la experiencia les haga conocer que no necesitan todos tenerlas; pues, con el dinero que adquieran con sus jornales o en otras ocupaciones, comprarían lo necesario a otros, y sería perjudicial a ellos si se les estorbasen las siembras donde y como quisieran hacerlas.

Los pechos se hinchaban con angustia, como si quisieran comunicar su fuerza á las abrumadas bestias. Era una diversión de raza primitiva, de pueblo en la infancia que aún no ha llegado á la vida del pensamiento y admira la fuerza como la más gloriosa manifestación del hombre.

Palabra del Dia

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