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Y dió unos cuantos quejidos tan lastimeros, que Clara tuvo angustia de oírlos. Después siguió: Mira, ven; entramos: yo le digo que eres mi hija y que no has comido un bocao, y que el méico te ha recetado una cosa que cuesta un duro. dices que no la quies tomar, y que si saco el duro, compre pan pa estos niños que se están muriendo.

Yo he sacao ya un rial: mira. Pero hay en aquella tienda un mardito pañero que es muy caritativo. Ayer le ije que tenía una hija enferma en cama, y me dió una peseta. Si quiés que le saquemos más, ven conmigo esta noche, chica, y verás. Entramos: te haces que te vas cayendo, y te pones un pañuelo atao á la cara, y empiezas ó dar unos chillíos que partan el corazón. Oye, así: ¡ay! ¡ay! ¡ay!

Esa piedad que quies usar conmigo, Valeroso soldado, yo te juro Y al alto cielo pongo por testigo, Que yo la estimo por rigor muy duro: Tuvierate yo entonces por amigo Quando con pecho y animo seguro Este mio afligido traspasáras, Y de la amarga vida me priváras.

Con la venida de éstos se tuvo noticia cierta de otros infieles como fueron los Quíes, confinantes con los Morotocos, pero de diferente lengua; los Curacates, situados hacia el Norte; los Zamucos, que aunque hablan la misma lengua de los Morotocos y usan de sus mismas armas, no obstante se distinguen de ellos en que se rapan la cabeza como los Tobas y Mocovíes, y en que las mujeres visten con más honestidad, cubriéndose desde la cintura hasta las rodillas; los Carerás y Zatienos ó Ibirayas, que viven junto á unas salinas, y otras naciones hacia el Mediodía, las cuales se extienden hacia las provincias amplísimas del Chaco.

¡Qué ha de poder! respondió Bismarck, que en el campanario adulaba a Celedonio y en la calle le trataba a puntapiés y le arrancaba a viva fuerza las llaves para subir a tocar las oraciones . pués más que toos los delanteros, menos yo. Porque echas la zancadilla, mainate, y eres más grande.... Mia, chico, ¿quiés que l'atice al señor Magistral que entra ahora? ¿Le conoces desde ahí?

CAP. XVI. Conversión de los Morotocos y Quíes, y descubrimiento de nuevo camino para estas Misiones por el río Paraguay 87 CAP. XVII. Son muertos de los Payaguás los PP. Joseph de Arce y Bartolomé Blende, y se da una sucinta relación de sus virtudes 109 CAP. XVIII. Fúndase una Reducción nueva y el P. Juan Bautista de Zea emprende la Misión de los Zamucos. 142

¡Ay Dios! ¿Quiés ver ahora mesmo dos pucheraos de leche? Verás, verás.... Y salta el rapazuelo, y en pos de él el otro, desde la pila al portal, y llegan á la cocina mirando con cautela en derredor, por si el tío Jeromo, padre del primero, anda por las inmediaciones.

Conversión de los Morotocos y Quíes, y descubrimiento de nuevo camino para estas Misiones por el río Paraguay II 89 Conversión milagrosa de un hechicero en la Reducción de San Joseph I 148 Conversión de los indios Chanés á la fe de Jesucristo I 32 Conversión de los Manacicas I 254 Correrías de los indios Chiquitos en busca de infieles que convertir á la santa fe II 196

Despacharon, pues, allá algunos Boxos y Chiquitos, que en pocos días llegaron á las tierras de los Quíes, que aunque no hicieron resistencia, no obstante, no se fiaron ni dieron crédito á las caricias y cortesías de los nuestros; antes bien les dieron en cara con el estrago que en ellos habían hecho con sus armas los años pasados, de que aún conservaban muchos las señales y cicatrices; con todo eso, se llevaron consigo los neófitos á unos dos muchachos, para que aprendida la lengua Chiquita, fuesen después intérpretes.

Conocía la soberbia profesional del torero; adivinaba que no toleraría con resignación este contratiempo. Iba a hacer locuras para reconquistar el aplauso del público. La última carta que había recibido de él se lo daba a entender vagamente. No, y no dijo con energía a su cuñado . Me voy a Madrid esta misma tarde. Si quiés me acompañas; si no quiés venir, me iré sola.