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Actualizado: 13 de septiembre de 2025
Ella que sabía que me había devuelto a la vida, ¿habría destruido de un golpe el efecto de sus enseñanzas? Usted dice que, matándose, ha querido substraerse al mal; pero ¿cree usted que al hacerlo ha hecho bien?
Allí me recibieron en palmas; fui socio del Rat Penat, de la Sociedad de Agricultura, de la Academia de la Juventud Católica... De pronto, un verano no volví a aparecer más por Valencia, porque había vuelto a caer enfermo en Petrel, y aquí comenzó mi calvario. »¡Cuánto he sufrido y cuánto sufro, querido Antonio! Mi vida ha fracasado; podía haber sido algo y no he sido nada. ¿Por qué, por qué?
Pues bien, entonces tendré confianza en usted y le contaré la mitad de mis proyectos... Veo en la cara de Marenval que me quisiera ver más reservado, pero, ¡que diablo! yo me arriesgo... Arriésguese usted, querido amigo, dijo Marenval, pero empiece por advertir á miss Harvey las consecuencias que puede tener nuestra empresa para cierta persona que le toca muy de cerca...
Y añadía para sí: Si esta idea no implicara la pérdida de un ser tan querido, me regocijaría con ella.... ¡Qué chasco para el amiguito! ¿eh?... ¡Pero no, Señor Dios Poderoso! ¡Barástolis, no! Antes de matarla a ella, mátame tres veces a mí, y que mi salvación me consuele de su felicidad.
En efecto, se bailó sentada en la misma silla del Príncipe; y, ya autorizada por la voz, se puso a comer con un apetito extraordinario, que la novedad y lo exquisito de la comida hacían mayor aún, y comiendo se quedó profundamente dormida. Cuando despertó, era muy de día. Abrió los ojos, y se encontró en medio del campo, tendida al pié del árbol donde había querido comerse la naranja.
Al fin, llegó éste, después del segundo acto, y jamás ningún actor querido del público obtuvo un recibimiento más entusiasta que el que hicimos al notario. ¡Ya está aquí! ¡Gracias a Dios! ¡Vamos, querido, ya era tiempo de que llegase! ¡Qué tarde viene usted!
Sí, señor; Magdalena amaba santamente a nuestra pupila, aunque durante los últimos tiempos esta amistad pareció entibiarse. Pero el mismo Avrigny decía que esto era una aberración de su enfermedad, un capricho de su delirio. Pues bien, hablemos seriamente. Nuestro querido doctor desea casarla, ¿no es eso? Así lo creo. Y yo estoy seguro. ¿No le ha hablado a usted de cierto joven?
Comenzó a creer que el metal, lo mismo que el telar, tenía conciencia de su poseedor, y por nada hubiera querido cambiar esas monedas, que se habían vuelto sus íntimas, por otras de efigies desconocidas. Las apilaba, las contaba, hasta que su forma y su color produjeran en él efecto agradable del aplacamiento de la sed.
Con aquella expresión de duda volvía a quedar interrumpido el diario, como si la narradora hubiese querido, antes de continuarlo, hacer algún experimento. Pero en las páginas posteriores no había más orden en las confesiones. «La vida es más difícil de lo que yo creía.»
Por algunos instantes apenas se oyó en la estancia mas que "querido duque", "señor duque". "¡Oh, duque!" El objeto de tanta atención y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el bigote entrecano, duro y erizado como las púas de un puerco-espín.
Palabra del Dia
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