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Actualizado: 13 de mayo de 2025
¿Piensa usted ir a verla? le preguntó después el chico con la mayor naturalidad. ¿Yo?... pero qué cosas tienes... Veo que es inútil hacer comedias contigo. Con ese talentazo que estás echando, nada se te escapa... ¡Verla yo! Sólo por curiosidad he querido saber lo que sé... De aquí en adelante, como si no existiera. ¿No piensas tú lo mismo?
María Teresa se estremeció, pero no pudo responder porque la señora Aubry que subía detrás de ellos, los alcanzó para decirle a Juan: ¿Quieres velar también esta noche, hijo mío? No, esta noche le corresponde a Jaime... Voy solamente a ver si mi querido señor no me necesita respondió Juan sencillamente y si Jaime no se ha dormido.
Amaba yo al príncipe, es cierto, pero su política me hacía temblar; hubiera yo querido, cuando hablaba con él, separar a un lado el hombre, al otro el ministro divorciado de la opinión pública.
Eran ya bien las ocho de la noche. La joven estaba triste, porque Juan Montiño se había separado de ella para acudir á un lance desagradable y acaso peligroso. ¿Qué necesidad tenía yo dijo de haberle llevado al teatro? Ninguna. Ha visto á Mari Díaz y ha tropezado con don Bernardino. Bien empleado me está. He querido lucirle. Vamos: si sucede algo malo á Juan, no sabré de qué manera castigarme.
Estas eran dulces quimeras e ilusiones presuntuosas del amor sin experiencia. Hoy he querido ver todo eso, pero la magia de los hermosos días ha desaparecido. La casa ha sido abandonada a nuevos propietarios, y éstos, sin consideración alguna, han devastado sus parterres y arrancado sus madreselvas. No han respetado nada de lo que ella amaba; ¡lo que ella amaba! ¿acaso lo saben esas gentes?
Pontevedra es la Administración, y Vigo es la Geografía. Si Vigo llegase a ser un día el centro de comunicaciones más importante entre Europa y América, yo no creo que el pueblo pontevedrés perdiese nada con ello. La bahía de Vigo vendría a ser entonces, sencillamente, una bahía de Pontevedra. Algo así como su propia bahía de usted, querido Sr. García.
No es eso, querido, no es eso repuso el cura con sonrisa de lástima, recostándose de nuevo y chupando el cigarro. No se trata de un compromiso como el que usted supone maliciosamente. Mi amigo Llot es un joven de costumbres intachables. ¡Ojalá hubiese muchos como él!
Se habló de lo pasado. «En rigor, siempre se habían querido; había algo que les unía a pesar suyo. Se tronaba porque la constancia es imposible y hastía al cabo; eran ridículas unas relaciones muy largas; esto lo habían aprendido los dos en Madrid. Los matrimonios deben aburrirse a los dos años, a más tardar; los arreglos pueden tirar algo más, poco».
Sacudí la cabeza y le indiqué a mi hermana, que, precisamente entonces, blandía las manos en torno suyo como si hubiera querido, en su delirio, alejarme de su marido. Tienes razón continuó. ¿Sería posible tener suficiente tranquilidad para dormir con semejante espectáculo ante los ojos?
Yo mismo no lo sé; vuecencia tenía la silla de manos dispuesta en una encrucijada; la noche en que vine era tan obscura, que aunque hubiera querido... Muy bien; ahora mismo buscarás un coche de camino. Muy bien, señor. Que el mayoral y los mozos sean extraños, que no me conozcan. Muy bien, señor. Necesito ese coche dentro de una hora. ¿Y el equipaje del señor? No necesito equipaje.
Palabra del Dia
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