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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
Respondía ella que todo se arreglaría del mejor modo posible; y con otra cuchufleta, más o menos punzante para su amigo, daba por terminada su conversación con él. Entretanto, iba creciendo la niña, y con ello los sobresaltos de la madre; porque, a mayor inteligencia, correspondían mayores riesgos en aquel semillero de peligros.
Jamás asomó entre ellos el punzante deseo, la audacia de la carne. Marchaban por el camino casi desierto, en la penumbra del anochecer, y la misma soledad parecía alejar de su pensamiento todo propósito impuro. Una vez que Tonet rozó involuntariamente la cintura de Roseta, ruborizóse como si fuese él la muchacha.
La del viejo dice: ¡si la vejez pudiera! Y la del jóven: ¡si supiera la juventud! Es una moralidad picaresca, punzante, pero oportuna, graciosa, habilísima: la moralidad del pueblo francés; el golpe mágico del palaustre. A su tiempo hablaré á mis lectores de una fábrica de tapicerías, titulada de los Gibelinos, la primera que existe en el mundo.
Ella le había visto matar varias veces, y se acordaba con exactitud de los principales incidentes. Gallardo sintió orgullo al pensar que aquella mujer le había contemplado en tales instantes y aún guardaba fresco el recuerdo en su memoria. Había abierto una caja de laca con extrañas flores, y ofreció a los dos hombres cigarrillos de boquilla de oro, que exhalaban un perfume punzante y extraño.
¡Camucha! gritó Zoraida como si hubiera experimentado un dolor punzante. Todos miraron a Laura. Se había levantado con los ojos fijos en Carmen y algo indecible en la expresión. Adriana la vio palidecer y buscar un arrimo. ¿Pero qué dijo Carmen? preguntó Julio, yo no alcancé a oír, no alcancé a oír.
El recuerdo de Elena suele inquietarme frecuentemente, y la veo, en la transparencia de la evocación, con el hechizo de sus ojos garzos y de su cabellera magdalénica. Y en el ritornello de la vida pasada surge un episodio canallesco: la memoria punzante y angustiosa de una noche en que uno de estos pintorescos rufianes madrileños golpeó brutalmente el pecho hundido y flácido de la desventurada.
De repente, cuando el sol era mas punzante y el calor mas fuerte, apesar de la ascencion hácia cimas elevadas, el aire nos trajo ráfagas amenazantes, el cielo se anubló, y todo cambió de aspecto con la prontitud con que en un teatro se cambia una decoracion.
Un perfume punzante de drogas explosivas le hizo llorar y arañó su garganta. Al mismo tiempo tuvo frío: sintió su frente helada por un sudor glacial. Tuvo que apartarse del puente. Varios soldados pasaban con heridos para meterlos en el edificio, á pesar de que éste caía en ruinas. De pronto recibió una rociada líquida de cabeza á pies, como si se abriese la tierra dando paso á un torrente.
Escuchaban inmóviles los encapuchados, mirando a Jesús, que acogía estos trinos sin dejar de lagrimear bajo el peso del madero y el punzante dolor de las espinas; hasta que el conductor del «paso», dando por terminada la detención, golpeaba un timbre de plata en la delantera de la plataforma. «¡Arriba!» El Señor del Gran Poder, tras algunos vaivenes, se hacía más alto, y comenzaban a moverse como tentáculos, a ras del suelo, los pies de los invisibles portadores.
Esta era su delicia mayor cuando a la calle salía, y origen de vivísimos apetitos que conmovían su alma, dándole juntamente ardiente gozo y punzante martirio. Sin dejar de contemplar su faz en el vidrio para ver qué tal iba, devoraba con sus ojos las infinitas variedades y formas del lujo y de la moda. ¡Cuántas invenciones del capricho, cuántas pompas reales o superfluidades llamativas!
Palabra del Dia
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