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Actualizado: 7 de junio de 2025
¡Pobre Concha! ¡Qué ajena estaba de que aquel caballero tan fino, tan suave, tan delicado, hacía escarnio de su inocencia en la mesa del café! Poco a poco se había ido interesando. Aquel señor tan pulcro despedía un vaho de elegancia que despertaba el instinto del arte y la belleza que en toda naturaleza femenina reside.
La verdad es que don Fermín es muy buen mozo, y, si las beatas se enamoran de él viéndole gallardo, pulcro, elegante y hablando como un Crisóstomo en el púlpito, él no tiene la culpa ni la cosa es contraria a las sabias leyes naturales. El Magistral sabía todo lo que Ripamilán pensaba de él y le consideraba el más fiel de sus parciales. Por eso le esperaba.
Aún no había salido del primer encantamiento de su existencia plácida, ordenada y tranquila al lado de Feli. La muchacha se revelaba como una excelente ama de casa. Descendía por las mañanas a la plazuela con mantón y cesta; después, pasábase el día con los brazos arremangados, cocinando, sacudiendo el polvo, repasando la escasa ropa de Isidro. Nunca había ido éste tan pulcro.
No te comprendo interrumpió doña Manolita . Ya no eres tan criatura que no sepas lo que es amor, ni atines a descubrirle en tu pecho. ¿No es brioso, bello, valiente, pulcro y discretísimo D. Jaime? ¿No es libre? ¿No te ama? ¿No te da pruebas de amor, decidido, como está y como me ha dicho, a casarse contigo? ¿No es un caballero bien nacido y honrado?
Llegó a la de doña Petronila Rianzares. «La señora estaba en misa». Esperó paseando por la sala, con las manos a la espalda unas veces, otras cruzadas sobre el vientre. El gato pulcro y rollizo entró y saludó a su amigo con un conato de quejido.
Entre tanto, el recién nacido, más que criatura humana, parecía un ratón en salmuera: ni era mucho más grande, ni más rollizo, ni más pulcro, ni mejor encarado.
La marquesa miró al pulcro caballero con dureza y después se volvió rápidamente hacia sus hijas, que seguían con los ojos bajos, en la misma actitud rígida y silenciosa de siempre. Pinedo permaneció grave e indiferente, como si hubiese dicho la cosa más natural del mundo. Pues yo, amigo Pinedo, creo que los hombres deben tener también buenas formas manifestó la pánfila señora de Calderón.
¿Lo absurdo es lo hermoso?... ¿Qué diría de esa opinión un griego, para quien la belleza era el resultado más meticuloso y fino de la lógica? El mundo es hermoso, pulcro, porque es lógico. En cuanto a la belleza de los griegos, te respondo que a la nariz, en mármol de Paros, de una estatua, prefiero la nariz respingadilla y de aletas palpitantes de esa chatunga que sube por la calle.
Te pondré ahí enfrente, a la entrada de la calle de la Lechuga. ¿No n'gañar tú mí? ¿Golver ti pronta? En seguidita que vea lo que ocurre por arriba, y si está de buen temple mi Doña Paca». Subió Nina sin aliento, y con gran ansiedad tiró de la campanilla. Primera sorpresa: le abrió la puerta una mujer desconocida, jovenzuela, de tipito elegante, con su delantal muy pulcro. Benina creía soñar.
Así mientras duraban estos coloquios, como después al retraerlos a la memoria, Rafaela lo veía todo tan pulcro, tan acicalado y tan moralmente pulido y lustroso, que se desesperaba de sus amistosas relaciones con Arturito como si fuesen fea mancha en medio de tanto resplandor, nitidez y aseo.
Palabra del Dia
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