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Actualizado: 21 de julio de 2025


El quinto estaba á la puerta que está dentro del patio de la iglesia: éste era más alto que alguno de los otros; había en él un altar, á manera de un aparador de muchas gradas. En éstas estaban ricas imágenes de bulto de plata dorada y algunas de oro, con otras piezas de gran valor. Estaban puestos en dos candeleros dos cuernos grandes de unicornio: éstos y todo lo que había era del emperador.

Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz alta; allá se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus conocidos; saludaban todos a los duques; los más serios o curiosos examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de riquísimas incrustaciones; y los jóvenes, juntos con los viejos alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban, cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que parecían señas.

Después se encasquetaban el sombrero de pieles, pesada mole, cuyo objeto nunca me pude explicar, y luego iban a sus puestos si tenían que hacer guardia, o a pasearse por el combés si estaban libres de servicio. Los marineros no usaban aquel ridículo apéndice capilar, y su sencillo traje me parece que no se ha modificado mucho desde aquella fecha.

En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No ha mentido» pensó Paz y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que no admitía réplica: Párese Vd. aquí conmigo.

#Al día siguiente# caminaba nuestro buen Lope Asturiano la vuelta del río, por la cuesta del Carmen, puestos los pensamientos en sus almadrabas y en la súbita mutación de su estado.

55 Más él, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesus que estaba a la diestra de Dios, 56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. 58 y echándolo fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo.

Entonces los paisanos, todos juntos, recurrieron á algunos neófitos, rogándoles con lágrimas en los ojos que si eran verdaderas las cosas que les predicaban de Cristo y de su Santísima Madre, los llamasen ahora en su ayuda en lance tan peligroso; y puestos todos de rodillas pidieron á Dios favor y misericordia, prometiendo los infieles recibir el bautismo y su santa ley. ¡Oh, caso milagroso!

Para aquella gente famélica el trépang no había sido más que un aperitivo. El agradable tufillo que despedían los cuerpos de los chinos puestos a asar en las brasas les excitaba terriblemente el apetito. Al fin tuvieron que perder sus últimas esperanzas, pues el Hai-Nam, impulsado por el viento que soplaba del Este, filaba rápidamente hacia el amplio golfo de Carpentaria.

Pero engañóse mucho en su creencia, porque, apenas comenzó a amanecer, cuando llegaron a la venta cuatro hombres de a caballo, muy bien puestos y aderezados, con sus escopetas sobre los arzones.

Braceaban las gentes agitando pañuelos y banderas para contestar á los silbidos de los ingleses. Hasta en la orilla mediterránea, los pescadores, puestos de pie en los bancos de sus botes, tremolaban las gorras mirando al lejano tren. El inquieto oído de don Marcos adivinó un leve correteo en el piso superior.

Palabra del Dia

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