Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 7 de junio de 2025
Algunas niñas hasta le habían preguntado si era amigo del rey y en qué época del año se daban los bailes de corte... Con los que no podían entenderles se expresaba en fuerza de cortesías y guiños, que provocaban risas comunicativas. Las artistas de opereta prorrumpían, al verlo, en carcajadas y frases incomprensibles. Aunque parezca inmodestia, debo declarar que aquí he caído de pie.
La monotonía abrumadora de estas navegaciones de meses y meses sólo era alterada por los peligros del Océano y por los que provocaban la imprevisión y la ignorancia propias de la época. Perdíanse muchos buques. Las primeras naos del descubrimiento iban montadas sólo por hombres.
Supongamos que ocurría una nueva guerra. Nos provocaban los ingleses, y les decíamos: «Sí, señor, pronto estamos; nos batiremos». Salían al mar los navíos ordinarios, empezaba la pelea, y a lo mejor cátate que aparecen en las aguas del combate dos o tres de esos monstruos de hierro, vomitando humo y marchando acá o allá sin hacer caso del viento; se meten por donde quieren, hacen astillas con el empuje de su afilada proa a los barcos contrarios, y con un par de cañonazos... figúrese usted, todo se acababa en un cuarto de hora».
Misia Gregoria creía que cuando Esteven andaba por la calle, las miradas femeninas le seguían y le salían al encuentro y le provocaban; no veía, ¡qué había de ver! que el horno no estaba para rosquillas, es decir, que don Bernardino, rechoncho, pelado y teñido, con patas de gallo en los ojos y los carrillos caídos, no era digno de ser mirado por su linda cara, sino es por sus muchos monises.
Y con voz sorda comenzó a exponer sus quejas, a descubrir los agravios que su marido le hacía diariamente. A nadie en el mundo, más que a su madrastra, haría tales confidencias, que en ella no provocaban lágrima alguna. D.ª Carmen era quien las vertía una a una de sus ojos cansados.
Los pollos escribieron cartas de declaración. De todo se encargó el primogénito de Casa-Ramírez, quien iba y venía de un coche a otro con gran firmeza a pesar de su obesidad. Esto les divirtió un rato. Los billetes amorosos escritos con lápiz se leían en voz alta y provocaban los aplausos y la risa. Raimundo charlaba con el mejicano de las vacas y con Osorio.
El doctor había sido ministro en su país, y esto bastó para que el hombre de mar, inclinándose sobre sus piernas cortas con una galantería versallesca, ofreciese su brazo a la matrona argentina. Tras de ellos se formó la fila de parejas, escogiéndose unos a otros según anteriores preferencias o al azar de la proximidad con bizarros contrastes que provocaban risas y gritos.
Otros, los más gallardos y de buen ver, reían y se empujaban con el codo, mirando á ojos simples la cara de Gillespie y haciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban el escándalo y la protesta de sus compañeras más graves y virtuosas.
Las palabras alemanas, al surgir rudas y sonoras por entre sus barbas de cáñamo rojo, provocaban en los balconajes una explosión de carcajadas y rubores femeniles. Era la risa gruesa que acompaña a los chistes equívocos. «¿Qué dice? ¿que dice?», preguntaban los más, al no entender estas agudezas germánicas. Y aunque no obtuviesen contestación, reían igualmente.
Sudoroso y emocionado aún por el combate, siguió balbuciendo explicaciones. Reconocía que los chilenos provocaban peleas algunas veces; pero era de tarde en tarde y á consecuencia de excesos en la bebida.
Palabra del Dia
Otros Mirando