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Actualizado: 28 de octubre de 2025
Y se propuso firmemente no volver a dirigirle la palabra. Pero a los cinco minutos sacó de nuevo el reloj y, sin acordarse de su propósito, preguntó: Adolfo, ¿sabes si D. Laureano está enfermo? Adolfo hizo un leve movimiento de indiferencia con los hombros sin pronunciar palabra. Es que como ya son cerca de las diez menos cuarto...
El mismo silencio cuando se hacían los preparativos para la solemnidad. Parecía tranquila, en un estado de indiferencia absoluta o, por mejor decir, de soñolencia, como la persona a quien se arranca violentamente del sueño y tarda en darse cuenta de lo que pasa en torno suyo. Pero tal estado letárgico continuó después de pronunciar el sí ante el altar.
Otras leyendas dicen cómo y á qué hora hay que golpear la piedra sagrada que tapa las riquezas, qué señales hay que hacer, qué extrañas sílabas hay que pronunciar. Pero si algo se olvida, si en vez de un sonido se oye otro, todos los conjuros son ineficaces.
Pablo Hervieu se halla sentado ante su mesa de trabajo; un cigarrillo humea entre sus dedos delgados y largos de aristócrata; su ademán es modesto y sobrio, pero resuelto; habla poco y sin prisa, y levantando ligeramente la voz al pronunciar las últimas sílabas de cada frase, lo que acusa ese espíritu enérgico que los grafólogos descubren en los que, al escribir, dirigen hacia arriba el trazo final de las letras.
No lo he querido decir, sino que lo he dicho. Pero no te habíamos entendido. ¿Has entendido a Salmerón, cuando vino a Pilares a pronunciar aquel discurso? Me lisonjeo que sí. ¿Del todo, del todo? Hombre, del todo.... Pues Salmerón dijo lo que nosotros pensábamos; por eso él y nosotros somos republicanos. Pero lo dijo de forma que sólo le podíamos entender algunos; por eso es filósofo.
Pero sin aludir á él directamente, supo pronunciar una brillantísima oración encaminada á persuadirla de que todo aquello «era conversación de Puerta de Tierra», y que el único hombre que la convenía, á pesar de sus defectos, era Velázquez, porque tenía buena entraña y la quería y porque con él se había perdido, y porque la mujer de vergüenza no debe ser más que de un hombre en su vida.
Movido a compasión como ya hemos dicho, y excitado también por la curiosidad y el empeño de penetrar en el fondo obscuro de un corazón humano cuya profundidad vislumbraba, el Padre Ambrosio, después de uno de los discursos que solía pronunciar bajo los álamos, citó a Fray Miguel para que fuese a hablar con él en su celda.
Parpadeó el gigante oyendo estas noticias, pero sin pronunciar una palabra de comentario. No hubiera podido tampoco decirla aunque tal fuese su voluntad, porque el profesor siguió su relato de la sublevación de los hombres. Los derrotaremos, gentleman. Hay que someter á esa canalla que pretende resucitar las vergüenzas y los crímenes de otros siglos.
Oye también y sé testigo, ¡oh Agni, del solemne juramento de amor y de fidelidad, que van a pronunciar ambos esposos! Morsamor y Urbási, en efecto, extendidas las manos sobre el ara y cerca del fuego prestaron el juramento debido. Así terminó el acto religioso.
Yo soy viejo ya, y tengo esperanza de no verte correr los temporales que sobre ti han de caer... Pero si Dios quisiera darme ese castigo, si algún día, por mis pecados, te viese correr a palo seco y bebiendo agua por las bordas... sentiré, hijo mío, no tener fuerzas ya para tirarte un cabo. La voz del anciano se había conmovido al pronunciar estas últimas palabras.
Palabra del Dia
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