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Actualizado: 22 de junio de 2025
Quiero creer que tiene corazón; pero, ¿qué uso hace de él? ¿No me ha dicho usted que tiene dos primas ese Querubín que aspira a convertirse en un don Juan? Pero olvido, citándole esos dos nombres, que quizás no conoce usted ni el uno ni el otro. ¿Le ha permitido ya su profesor de retórica leer a Beaumarchais y El Convidado de piedra?
Ya habrás visto a tus primas, ¿eh? Chiquillas, ¿qué le decís al primo? ¿Qué me dicen? Me han recibido como a la persona de más cumplimiento.... A ésta le quise dar un abrazo, y ella me alargó la mano muy fina. ¡Qué borregas! ¡Marías Remilgos! A ver cómo abrazáis todas al primo, inmediatamente. La primera que se adelantó a cumplir la orden fue la mayor.
Todas somos de la familia: esta buena moza es su tía carnal; estas dos son sus hermanas, que en la cara se les conoce; estas tres gordinfloncitas son sus primas por parte de madre; yo y esta borradita, sus sobrinas, aunque no lo parezcamos; la de más allá, esa negra chicharrona, es la mama que la crió; ésta es su... Basta, basta con la parentela, que es larguita interrumpía el lego sonriendo.
Fuera de la empalizada, en un landó de las hijas del marqués, estaba doña Sol. Sus primas la rodeaban angustiadas, manoseándola, queriendo encontrar en su cuerpo algo descompuesto por la caída. La daban cañas de manzanilla para que se le pasase el susto, y ella sonreía con aire de superioridad, acogiendo compasivamente estos extremos femeniles.
Era, en fin, una estancia agradable y elegante, calentada por una gran estufa subterránea. En el salón de familia estaban solas las chicas con la labor entre las manos. La marquesa, según le dijeron, estaba en el despacho ocupada en escribir cartas. Se dirigió allá después de bromear un instante con las primas. ¿Se puede, tía?
Cada una de nosotras tiene derecho a tratar de llegar primero para plantar la bandera vencedora. ¡Ah! exclamó Diana, ¡después de esto, nadie se atreverá a afirmar que la juventud femenina no es colonizadora! La hora de comer se acercaba. Habiendo dicho Bertrán Gardanne que iba a recibir a Juan, todo el mundo se dispersó, dándose cita para la noche en el Casino. Las dos primas fueron a vestirse.
¡Demonio, esta es verdaderamente horrible! Julia se echó a reír diciendo: En Sevilla las llaman «las tres circunstancias agravantes.» A la primera Premeditación, a la tercera Alevosía, y a la segunda Ensañamiento, por orden de fealdad. Tiene gracia... Cualquier día me voy a Sevilla por una de ellas. ¿Y son esas las primas de que me hablabas?
Lo primero que has de hacer cuando llegues a Córdoba es visitar a mis primas y entregarles estas cartas. Mira, aquí van las señas de su palacio. Harto sentimos que no pueda celebrarse la boda concertada; pero Dios lo quiere así, y la patria es lo primero. Algún día será. Di a esas señoras que si vuelven pronto a Madrid, no les perdono que pasen sin detenerse algunos días en ésta su casa.
Luego comenzaron los equipos para la tropa, los negocios de tabacos, la subasta de carreteras, cediéndolas unas veces con primas, otras construyéndolas sin las condiciones exigidas por el contrato, los empréstitos al Gobierno, etc., etc.
Y para asegurarse el auxilio de estas colaboradoras, los gerentes les daban primas sobre lo que hacían gastar a los señores, algunos centenares de marcos al mes, que eran una entrada supletoria para vestidos y sombreros, compensando de este modo el regateo económico de sus familias.
Palabra del Dia
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