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Actualizado: 7 de mayo de 2025
En cuanto a don Sebastián, descansa, Gabriel. Nada dirá, si es que conseguimos traer a la chica. ¿Y por qué había de decir...? Hay que tener caridad con el semejante, y ellos más que nadie. Porque al fin, créeme, Gabriel... ¡hombres!, ¡nada más que hombres! Las gentes de la Primada acogían con obstinado silencio la menor alusión al prelado reinante.
Por esto no podía evitar cierto gesto de superioridad desdeñosa cuando, revestido de la capa pluvial y empuñando la vara de plata, se acercaban a hablarle los curas de los pueblos de paso por la Primada.
Total, que gana más dinero que yo, y a pesar de esto, se cree postergado en su cargo... ¡Un empleo tan hermoso! ¡Marchar en las grandes procesiones al frente de todos, junto a la gran manga de la Primada, con una horquilla forrada de terciopelo rojo para sostenerla si es que cae, y vestido con un ropón de brocado escarlata, como un cardenal!
Por las naves avanzaban, contoneándose con ligeros saltitos, los niños vestidos de ángeles: unos ángeles a la Pompadour, con casaca de brocado, zapatos de tacón rojo, chorrera de blondas alas de latón colgadas de los omoplatos y una mitra con plumas sobre la peluca blanca. La Primada sacaba para la fiesta su vestuario tradicional.
Gabriel le conocía: era Mariano el campanero; y para evitar que pudiese verle, permaneció inmóvil en la plaza, dejando que se precipitasen por la puerta del Mollete las gentes ansiosas de penetrar en la Primada, como si pudieran robarlas el sitio.
El señor Luna, que por ser simple jardinero no podía imitar al cardenal, siguió viviendo; pero todos los días tomaba un disgusto al saber que, por cantidades irrisorias, algunos moderados de los que no faltaban a la misa mayor iban adquiriendo hoy una casa, mañana un cigarral, al otro una dehesa, fincas todas pertenecientes a la Primada que habían pasado a figurar en los llamados bienes nacionales. ¡Ladrones!
Hoy, la verdad, lo que para un cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido tú en seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres la plaza? Si se lo digo al amo, te la da.
Se detuvo aquí don Antolín, rascándose la cabeza por debajo del bonete. Vería de arañar algo de los fondos de la Obrería; si no era posible en el primer momento, por estar flaca y escurrida la renta de la Primada, ya se proveería más adelante. Y aguardó con mirada ansiosa la respuesta de Gabriel.
Ya no se indignaba: parecía aterrado por las palabras de Luna. ¡Gabriel!, ¡hijo mío! exclamó . Eres más verde de lo que yo creía. Piensa en dónde estás; fíjate en lo que dices. Estamos en la Iglesia Primada de las Españas.... Pero Luna había tomado impulso al remover sus recuerdos históricos y no se detenía, arrastrado por su ardor de propagandista.
Cuando la tos no dejaba dormir al viejo guardián, hablaba a Gabriel de los años que llevaba de vida nocturna en la Primada. Era un oficio que tenía cierta semejanza con el de sepulturero; pasaban la vida entre muertos, en el silencio del abandono, sin ver a nadie hasta que terminaba la guardia.
Palabra del Dia
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