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Actualizado: 3 de mayo de 2025
La vio cómo inclinándose cariñosamente sobre la hortelana enferma, abría un pequeño saco de raso que le presentaba su doncella; y rebuscando entre brillantes baratijas y bordados pañuelos sacaba la mano llena, brillando la plata entre sus dedos.
La imagen que se presentaba naturalmente á su imaginación era la de la fuente, naciendo á la libertad del fondo tenebroso del suelo y haciendo crecer en seguida sobre sus orillas frondosas las plantas, las flores y la juventud. #El agua del desierto#
Llegaron en efecto á su vista, como se les habia prevenido, y reconociendo el corto número de hombres que se les presentaba, los miró con gran desprecio; y adelantándose con pocos de los suyos, para poder hablar con el comandante D. José Vila, teniente de dragones de la expedicion, le propuso con la mas audaz confianza que se volviese, ó se le incorporase, porque de lo contrario, seria víctima del furor de su gente; pues era conocida temeridad intentar otra cosa á vista de las fuerzas que tenia presentes.
Siempre que iba a la viña se presentaba con un sacerdote de distinta clase, adivinando por esto el capataz cuáles eran sus favoritos del momento. Unas veces eran frailes con vestimenta blanca y negra, otras pardos o de color de castaña: hasta los había llevado de luengas barbas, que venían de lejanos países y apenas si chapurreaban el español.
Despues de mil y mil contrariedades, el 25 de Marzo de 1806 se presentaba Miranda en la Costa Firme, á vista de Ocumare, con una corbeta y dos goletas, únicos auxilios que pudo conseguir de la América del Norte. Sus fuerzas de desembarco se componian de unos 200 jóvenes que se le unieron un Haiti.
A poco presentaba Madrid su animado aspecto de invierno, y dos sucesos trascendentales ocupaban la atención de los políticos y los elegantes: la apertura de las Cortes y el casamiento del monarca.
En el momento de su partida se le presentaba un registro, invitándolo a escribir en él su nombre, el cual iba acompañado, por lo regular, de algunas frases de agradecimiento, frases verdaderamente inspiradas.
Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?...». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!... Hombre, si eso es de ayer...». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada.
Rubín se alegró de aquella ocasión que se le presentaba de prestar un servicio a mujer tan hermosa, y sacando su reloj con mucha solemnidad, dijo: «Las nueve menos siete minutos... y medio». No podía decirse la hora con exactitud más escrupulosa. «Ya ves dijo Feliciana . tienes tiempo... Hasta las diez.
Llegaba después de media noche, diciendo que había comido con unos amigos. Otras veces no volvía; y transcurridos varios días, se presentaba tranquilamente, como si hubiese salido horas antes, con la serena inconsciencia de un perrillo vagabundo. Nadie podía saber con certeza dónde había estado.
Palabra del Dia
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