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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Después de algunos momentos de conversación general, doña Gertrudis empezó a dormitar y los dos jóvenes se retiraron al hueco de un balcón a decirse los dulces secretos de todos los días, más dulces y más amables cuanto más se repiten. María estaba preocupada. Su novio, con la perspicacia del que ama de veras, lo notó al instante. ¿Qué tienes hoy?... Parece que estás agitada...

Y andamos, cruzamos un río, nos detenemos un momento en una estación, volvemos a ponernos en camino, atravesamos de nuevo el mismo río sobre otro puente. La francesita, atónita, se estrecha contra el marido, que a su vez tiene la fisonomía inquieta y preocupada.

A todo trance, como hombre irascible y arrebatado, quería tomársela por la mano, lo cual tenía sumamente medroso al agresor y bastante preocupada a la población.

Al fin me acerqué a él. Esta noche vamos le dije. ¿Quieres? , quiero. Cuatro horas más tarde llegábamos allá. María me saludó como si hubiera dejado de verme el día anterior, sin parecer en lo más mínimo preocupada de mi larga ausencia. Pregúntale siquiera se rió Vezzera con visible afectación por qué ha pasado tanto tiempo sin venir.

Con la falda llena de musgos, helechos y otros recuerdos silvestres, se encontraba tan preocupada y metida en sus propios pensamientos, que le pasó inadvertido un suave golpear en la puerta, o bien lo tradujo por una lejana extraña alucinación. Cuando por fin se afirmaba más claramente en ello, sobresaltose, y con ruborizadas mejillas se dirigió a la puerta, preguntando, ¿quién hay?

Tenéis un amigo muy regocijado dijo Dorotea... ¡Oh! ¡! contestó el joven, que aunque no era novicio, sentía remordimientos por aquella especie de infidelidad que hacía á su dama, y estaba contrariado. Si no fuese por su lengua... añadió Dorotea. ¡Oh! ¡! respondió Montiño. ¿Pero no coméis? dijo la joven, que empezaba á sentirse preocupada. Perdonad, señora, pero... ¿Pero qué?...

Todas mis inquietudes desaparecieron al verle; no quise en manera alguna interrumpir su diversión de aquella noche. Al día siguiente me levanté temprano, con la impaciencia de ver a mi hijo, y preocupada por el efecto que le había de producir mi visita, y el temor de encontrarle delicado, poco dispuesto para venirse conmigo, o acaso enredado en algún mal negocio.

La Delfina se descorazonó mucho. Esperaba una explosión de júbilo en su mamá política. Pero no fue así. Barbarita, cejijunta y preocupada, le dijo con frialdad: «No qué pensar de ti; pero en fin, tráetelo y escóndelo hasta ver... la cosa es muy grave.

María Teresa era demasiado inteligente para no tener conciencia del ningún valor del juicio de la señora Gardanne, pero a pesar suyo estaba preocupada, y esa tarde, contemplando con mirada distraída el crepúsculo que descendía lentamente hacia la tierra, la idea de la obligación en que se vería de presentar a Juan a sus amigos, la inquietaba vagamente. Suspiró con real inquietud.

Dados sus celos rabiosos por aquel chico que tantos disgustos le habían costado, no podía menos de producirle un efecto desagradable. Entonces le pesó fuertemente de haberlo recibido. Pasó toda la tarde preocupada. A medida que el tiempo transcurría y se acercaba la hora en que Tristán solía regresar a casa su inquietud fue en aumento.

Palabra del Dia

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