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Las damas del pasado régimen la aristocracia del país la visitaban y adulaban, para defender de este modo su tranquilidad y sus bienes. Los subordinados de su esposo, cuando deseaban algo, preferían pedírselo á la generala, como si creyesen más en su autoridad que en la de Martínez. Ella los tuteaba con una bondad superior.

Cuando mi hermano se fue al colegio de artillería, yo no pensé más que en dar gusto a papá, y en que se notase poco la falta de la pobre mamá.... Mis hermanas preferían ir a paseo, porque, como son bonitas, les gustaban las diversiones. A me llamaban feúcha y bizca, y me aseguraban que no encontraría marido. ¡Ojalá! exclamó Julián sin poder reprimirse. Yo me reía. ¿Para qué necesitaba casarme?

Los grandes nadadores, pertrechados de mandíbulas formidables y estómagos elásticos é inmensos, preferían las peripecias de la lucha, las persecuciones de la caza viviente, y devoraban como devoran en la tierra los carnívoros á los herbívoros á todos los pequeños comedores de residuos y de plancton.

No podía ocultársele esto a sus curas, ni al cuerpo de la religión que los gobernaba, pero sus fines particulares tenían el primer lugar en todo lo que ejecutaban, y así preferían este método, separando por medio de él a los indios de todo lo que pudiera sacarlos de su ignorancia y abatimiento.

Todos preferían servir en cafés ó alojamientos de continuo tránsito, seducidos por el azar de las propinas y el roce con las camareras de blanco delantal. Había improvisado un servicio de comedor con aquellos dos muchachos italianos de Bordighera cuyas familias estaban instaladas en Mónaco.

¡Lagarto! ¡lagarto! murmuraban, entornando los ojos para no ver lo que estaba sobre sus cabezas. Otros, ni aún valiéndose de este conjuro se atrevían á pasar adelante, y en pleno invierno, con las manos en la faja y echando chorros de vapor por la boca, preferían mantenerse fuera, esperando que Friterini, el criado del boliche, les sacase los vasos.

Los tíos de Carmen y la señora Angustias trataban del asunto siempre que se veían; pero a pesar de esto, el torero apenas entraba en casa de la novia, como si le cerrase el camino una terrible prohibición. Preferían los dos verse por la reja, siguiendo la costumbre. Transcurrió el invierno. Gallardo montaba a caballo e iba de caza a los cotos de algunos señores que le tuteaban con aire protector.

Ya se comprenderá que tertulias formadas por una joven de veinte años y por ancianos de setenta serían muy sobrias y sobre todo poco ruidosas; dos mesas de juego en un rincón, los bastidores de bordar de Antonia y de la señora Braun en medio del salón y sillones al rededor para los que preferían al wist o al boston, la conversación; tales eran los accesorios de aquellas sencillas reuniones.

¡Los milagros de la ilusión! Muchos de aquellos hombres habían trabajado otra vez en América, huyendo luego desalentados. Preferían la miseria en la patria a la vida vagabunda del peón en el Nuevo Mundo, y al volver a su país besaban el suelo con transportes de entusiasmo, jurando morir en él. «América para los americanos.

Todos eran escépticos en materia de moral doméstica, no creían en virtud de mujer nacida salvo D. Frutos, que conservaba frescas sus creencias , y despreciaban el amor consagrándose con toda el alma, o mejor, con todo el cuerpo, a los amoríos; creían que un hombre de mundo no puede vivir sin querida, y todos la tenían, más o menos barata; las cómicas eran la carnaza que preferían para tragar el anzuelo de la lujuria rebozado con la vanidad de imitar costumbres corrompidas de pueblos grandes.