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Todos eran escépticos en materia de moral doméstica, no creían en virtud de mujer nacida salvo D. Frutos, que conservaba frescas sus creencias , y despreciaban el amor consagrándose con toda el alma, o mejor, con todo el cuerpo, a los amoríos; creían que un hombre de mundo no puede vivir sin querida, y todos la tenían, más o menos barata; las cómicas eran la carnaza que preferían para tragar el anzuelo de la lujuria rebozado con la vanidad de imitar costumbres corrompidas de pueblos grandes.

La Musa de la Noche sabe la cifra del amor, del dolor y del misterio, y me inicia en sus ritos sobrehumanos, mientras los otros hombres los hombres sanos que viven de día duermen en un grotesco amontonamiento de carnaza, como cansadas bestias sin horizontes en el pensamiento. Y también sin el exquisito tormento de la Poesía.

Le engañaba; era una mujer. ¡Pero cuál! ¡la suya! ¡la de su alma! ¡, , de su alma! Para eso la había querido. Pero las mujeres no entendían esto.... La más pura quería otra cosa». Y pasaban por su memoria mil horrores. La carnaza amontonada de muchos años de confesonario. La conciencia le recordó a Teresina. A Teresina pálida y sonriente que decía, dentro del cerebro: «¿Y ...?». «

No teniendo los abacaleros competencia en mercados extranjeros, no comprendemos que este producto sufra depreciaciones, siempre que la ambición no ciegue al agricultor, desprestigiando el filamento con su codicia, beneficiándolo fuera de sazón ó llevándolo colorado al mercado; signo evidente de que se ha hecho mal la sencilla operación de la extracción de la hebra, dejándole pulpa ó carnaza que si bien la hace subir de peso la hace bajar de precio.

E., se armó el aparejo de pescar; varias veces el tiburón se acercó á la carnaza que envolvía el hierro; varias veces había mostrado á nuestra vista, transparentando en el azul espejo su blanco vientre al revolverse perezosamente sobre su plomizo lomo para morder, y varias veces se había frustrado el que los corbos dientes del anzuelo hicieran presa, hasta que excitado el voraz apetito del monstruo, se colocó de dos fuertes aletazos al alcance de cebo, el cual vimos sumergirse en la informe masa que presentaba su descomunal boca.

Nuestro amigo sabe que la Fortuna prefiere a los toreros, a los navieros contrabandistas, a los profiteurs, buitres de la carnaza europea.