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Nada más alegre á primera vista, ni más entristecedor que el espectáculo ofrecido por el movimiento de un objeto que se ha perdido en el remolino al precipitarse con la cascada. Una bellota de encina, todavía dentro de su cúpula, acaba de ser arrastrada por la caída y reaparece en medio de la espuma.

Este estuvo a punto de precipitarse en el aposento; pero, dándose cuenta en el acto de que así podría causar un efecto fatal en el ánimo de su amada, procuró revestir su semblante con una expresión serena, y empujando la puerta con suavidad, entró sonriente, aunque la desesperación más sombría embargaba su alma.

Habiendo visto de cerca la guerra civil, comprendió que no hacía sino empezar y que prometía ser encarnizada y duradera, a pesar de que la Gaceta anunciaba diariamente la dispersión de las últimas partidas y la presentación del postrer cabecilla. Desde luego Baltasar traía un grado más, y ganas de precipitarse en algún abismo cubierto de flores, ya que las balas carlistas se lo toleraban.

Y si le admiráis dormido sobre sus áncoras, ¿qué diríais, pues, si le vieseis dar caza a un desventurado buque mercante? ¡No! jamás caballo de carrera con la boca espumante bajo el freno, ha saltado con tanta impaciencia como El Gavilán, cuando el piloto no le dejaba precipitarse sobre el buque perseguido.

Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes, pero de tipo distinto.

El ruido era atronador; la nota grave y solemne de que he hablado antes, había desaparecido en las vibraciones de un alarido salvaje y profundo, el quejido de las aguas atormentadas, el chocar violento contra las peñas y el grito de angustia al abandonar el álveo y precipitarse en el vacío.

Más valía para él fiarse al azar que a su propia resolución; más valía seguir sentado al festín, bebiendo el vino que le agradaba, aun con la espada suspendida sobre la cabeza y el terror en el corazón, antes que precipitarse en las tinieblas en que todo placer quedaría perdido para siempre.

Aquella noche resolvió Ruperto realizar sus inicuos designios y proporcionándose una llave de la habitación de Antonieta, la había sorprendido en ella. Sus gritos atrajeron al Duque, lucharon ambos en la obscuridad, dio Ruperto un golpe mortal a su señor y al precipitarse los criados en la habitación, escapó él por la ventana, como dejo referido.