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Actualizado: 20 de julio de 2025
Los príncipes del Indostán van a sus viajes en elefantes cubiertos de terciopelos de mucho bordado y pedrería, y cuando viene de Inglaterra otro príncipe, lo pasean por las calles en el camarín de paño de oro que va meciéndose sobre el lomo de los elefantes dóciles, y el pueblo pone en los balcones sus tapices ricos, y llena las calles de hojas de rosa.
Después se quitó algunas piezas de la armadura, ayudado por Roger, que hizo lo propio con la suya, mientras el barón continuaba, dirigiéndose á Norbury: Si el príncipe ha pasado ya con el grueso del ejército, indagad como podáis el paradero de Chandos, Calverley ó Nolles. ¡Dios os proteja!
Hechizada quedó Poldy al contemplar los mencionados retratos. Se prendó de la hermosura y distinción de su remoto amigo. Y no pudo menos de confirmarse en la creencia de que era un príncipe indio mediatizado, un nababo, o por lo menos un brahman o un chatria de primer orden y de mucho fuste.
Nadie niega su grandeza; tu pasión es disculpable; pero no lo es el que me la vengas á arrojar á la cara. ¿Y qué os importa á vos que se deshonre vuestra hija, cuando vos mismo habéis deshonrado á su esposo? ¡Yo! ¿Por qué llevó el conde, desempeñando un ruin oficio, al niño príncipe de Asturias á donde no debía llevarle?... Vamos, vamos, Catalina, tú estás loca.
A estas palabras, la sangre enrojeció el rostro del Príncipe, y sus ojos volvieron a brillar. ¿Qué contesta usted? Zakunine se oprimió la frente con las dos manos, como queriendo reprimir su cólera, y luego dijo: Es cierto... ¿Confesaba? ¿Se declaraba culpable? ¿Reconocía haberla asesinado?
Lo más gracioso era que él se las echaba de hombre ocupado. ¡Valiente truhán! ¡Si no tenía absolutamente nada que hacer más que pasear y divertirse...! Su padre había trabajado toda la vida como un negro para asegurar la holgazanería dichosa del príncipe de la casa... En fin, fuese lo que fuese, Jacinta se proponía no abandonar jamás su actitud de humildad y discreción.
Pocas capitales de Europa parecían tan hermosas. Al frente, la enorme masa del Palacio Real, con sus pilastras salientes cortando las negras filas de ventanas. A un lado, la colina del Príncipe Pío, coronada de cuarteles; al extremo opuesto, la cúpula de San Francisco el Grande y el Seminario.
Será á cuenta de los veinte mil que te debo. No; á cuenta, no: será un regalo. Tú que tanto diste á las mujeres, deja que sea yo la primera que costee tus necesidades. ¡Qué lujo! Yo «entreteniendo» al príncipe Lubimoff... Habían ocupado un carruaje, que empezó á descender la cuesta hacia el puerto de La Condamine. ¡Cómo nos mira la gente! dijo Alicia . Van á creer que te rapto.
Sin embargo, la reciente acumulación de fuerzas numerosas para la próxima expedición á España en auxilio de Don Pedro de Castilla contra su hermano bastardo Don Enrique de Trastamara, había producido gran escasez y carestía de provisiones y el Príncipe Negro acababa de enviar la mayor parte de sus tercios y escuadrones á la comarca de Dax, en Gascuña.
Asintió Miguel. Indudablemente, era por Valeria. Viviendo en Mónaco se consideraba más libre para sus entrevistas con aquella muchacha. ¡Ay, las mujeres! exclamó el príncipe . ¡Qué poder tienen sobre nosotros! ¡Y cómo perturban las relaciones entre los hombres!
Palabra del Dia
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