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Actualizado: 20 de junio de 2025
Con este motivo, Martí le escribió el 25 de diciembre del mismo año, una carta a Poyo, en la que le daba las gracias por haberle adivinado sus deseos de visitar a los cubanos del peñón rebelde.
Y que si no se aparta y se divierte Su ingenio en la Gramatica Española, Será de Apolo sin igual la suerte; Pues de su poesia al mundo sola Puede esperar poner el pie en la cumbre, De la inconstante rueda, ó varia bola. Este que de los comicos es lumbre, Que el Licenciado POYO es su apellido, No hay nube que á su sol claro deslumbre.
Y no parezca impertinencia y demasía esto que de los vestidos voy contando, porque ellos hacen una buena parte en esta historia. »Sentábase en un poyo que debajo de un gran álamo está en nuestra plaza, y allí nos tenía a todos la boca abierta, pendientes de las hazañas que nos iba contando.
Administrador, nos permitimos desplegar las provisiones que habíamos sacado del Baldío y almorzar como unos..... jerónimos, haciendo mesa del poyo de piedra en que se encaramaba el Emperador para montar en la jaquilla ó en la mula..... Pero, volviendo á la fuente, diré que del libro de Fr. Vamos á la cuarta pared.
Al oscurecer de una tarde de octubre estaba Julián sentado en el poyo de su ventana, engolfado en la lectura del P. Nieremberg. Sintió pasos precipitados en la escalera. Conoció el modo de pisar de don Pedro. El rostro del señor de Ulloa derramaba satisfacción. ¿Hay novedades? preguntó Julián soltando el libro. ¡Ya lo creo! Nos hemos tenido que volver del paseo a escape.
A mi observación contestó Antonio: Sí. Mi madre la llama «El Jardín de la Sultana». No te sientes ahí, agregó al ver que me disponía a hacerlo sobre un ancho banco, o poyo de piedra, cercano. Aquí estarás más cómodo. Y al borde mismo del estanque permanecimos algún tiempo, escuchando el suave rumor del agua.
Esta debe de ser sin dubda de ellas; mas yo te prometo, acabado el mes, no quede en ella, aunque me la den por mía." Sentóme al cabo del poyo y, porque no me tuviese por glotón, callé la merienda; y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partia sus ojos de mis faldas, que aquella sazón servían de plato.
Desque fuimos entrados, quita de sobre sí su capa y, preguntando si tenía las manos limpias, la sacudimos y doblamos, y muy limpiamente soplando un poyo que allí estaba, la puso en él.
Y el 28 del mismo mes, salió de nuevo para New York, en donde a los pocos días recibió un ejemplar del periódico El Yara, de Cayo Hueso, que dirigía el irreductible cubano José Dolores Poyo, y en el que se expresaba vivamente el deseo de que les hiciera una visita.
El bastardo de Ceuta, del licenciado Juan Grajales. La venganza honrosa, de Gaspar Aguilar. La hermosura de Raquel, de Luis Vélez de Guevara, gentil-hombre del conde de Saldaña. Dos partes. El premio de las letras por el rey Felipe II, de Damián Salustrio del Poyo, natural de Murcia. La guarda cuidadosa, del divino Miguel Sánchez, vecino de la ciudad de Valladolid.
Palabra del Dia
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