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Actualizado: 6 de junio de 2025
Este, con los recursos de su arte, y obrando también la naturaleza, logró volver la calma a doña Luz, la cual quedó muy postrada. Don Acisclo y todos los allí presentes se quedaron con el deseo de averiguar la causa moral, como sin duda la hubo, de aquel ataque repentino, tan ajeno a la robustez y condición sana de la marquesa de Villafría.
Estas temporadas terminaban, como las otras, por una gran crisis nerviosa, un fuerte ataque, que la dejaba postrada algunos días en cama. También tenía momentos de tristeza tan profunda, que apetecía y aun buscaba la muerte. En cierta ocasión se arrojó al pozo, y de allí la sacaron medio asfixiada; pero nadie supo, mas que el confesar, que había tenido intención de suicidarse.
Transcurridos tantos años, recuerdo aún, como se recuerdan las medrosas imágenes de un mal sueño, que mi madre yacía postrada con no sé qué padecimiento; recuerdo haber visto entrar en casa unas mujeres, cuyos nombres y condición no puedo decir; recuerdo oír lamentos de dolor, y sentirme yo mismo en los brazos de mi madre; recuerdo también, refiriéndolo a todo mi cuerpo, el contacto de unas manos muy frías, pero muy frías.
A veces esta idea pone espanto en mi ánimo. Aún me parece ver a Magdalena, postrada en su lecho de agonía, dándome una mano a mí y otra a su padre, mientras que usted trataba en vano de dar calor a sus pies, invadidos ya por el frío de la muerte...
Ya había subido el sol gran trecho del cielo, ya calentaba la mañana con tibias caricias de un Abril de Vetusta; en la casa creían postrada o dormida a la Regenta y no abrían las maderas del balcón, ni interrumpían el descanso de la enferma.
Cuando esta historia de su tibieza y de sus cobardes y perezosas transacciones con el mundo pasaba por la memoria de Ana, con formas plásticas, teatrales gracias a la salud que volvía a rodar con la sangre , sentía la débil convaleciente remordimientos que ella se complacía en creer intensos, punzantes. «¡Oh! ¡qué diferencia entre aquel sopor moral en que vivía pocas semanas antes, y la agudeza de su conciencia ahora, allí postrada, sin poder levantar el embozo de la colcha con la mano, pero con fuerza en la voluntad para levantar el plomo del pecado, que la abrumaba con su pesadumbre!».
En una tarde plácida y serena de las postrimerías del invierno, María se hallaba en su cuarto haciendo oración, postrada ante la imagen de Jesús. Todas las ventanas estaban abiertas para recoger la luz que ya se iba escapando lentamente.
Cuando volvimos adonde estaba Mabel, la encontramos durmiendo tranquilamente, postrada por la fatiga. Entonces persuadí a su padre de que se quedara en mi casa aquella noche, con el fin de que la pobre niña pudiese descansar, y, como consintiera, nos volvimos al comedor, donde nos sentamos a fumar y permanecimos varias horas conversando.
Esta era muy humilde; pero Nazaria, que tenía instintos de embellecimiento doméstico, la había arreglado de modo que pareciese menos fea de lo que realmente era. Estaba la Pimentosa postrada en desvencijado sofá. Había desmerecido tanto su persona desde el año anterior que no parecía la misma.
Encendió la lámpara, y saliendo al gabinete se puso a orar humildemente postrada frente a la imagen de Jesús. Como no tenía puesta más que una fina camisa de batista, el frío la traspasó en seguida y empezó a tiritar; pero no quiso dejarse vencer y siguió orando hasta que sus dientes chocaron fuertemente unos contra otros. Sólo entonces se decidió a dejar la postura que había tomado y vestirse.
Palabra del Dia
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