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Actualizado: 29 de julio de 2025


El médico no estaba en el pueblo. En su lugar vino el albéitar. Los sabios antropólogos dieron un paso atrás, abriendo los ojos desmesuradamente al ver entrar al Pollo. ¿Quién es ese hombre? preguntó D. Pantaleón a un clérigo. ¿Quién ha de ser? El albéitar. Los dos sabios se miraron uno a otro largamente, con sorpresa por parte de Sánchez, con sorpresa y reconvención por la de Moreno.

Entró, me saludó y se llegó a con la gracia, desenfado y ligereza de un pollo o gomoso, no de nuestro siglo decadente, sino de otras edades caballerescas en que fueron los hombres de temple más recio y más fino. Mi vestidura era una elegantísima bata de flexible seda. Pocas mujeres pueden hacer lo que yo hice entonces y puedo hacer y hago todavía.

El perdonavidas creyó oportuno el momento para una intervención aduladora. Aquí nadie amenaza, ¿sabe usté, pollo?... Donde esté el Chivo no hay quien le diga a su señorito. El joven saltó con arrogancia, fijando en la bestia siniestra una mirada de reto. Usted se calla dijo con imperio. Usted se guarda la lengua en... el bolsillo o donde le quepa.

Pues que no lo sea. Arréglate... ¡Ah! Hoy es sábado: los veinticuatro reales del carbonero... En cuanto al maestro de baile, si insiste en subir más cubas, que yo no pago más que lo de costumbre; lo demás es por su cuenta. No me pongas más caldo de gallina, a no ser que el cocinero jefe te mande alguna. Suprimido el cuarto de gallina o el medio pollo.

Aquí fuéron mis grandes apuros; sudaba como un pollo; balbuceaba palabras interrumpidas, porque no podia hablar, y Dios sabe el esfuerzo que tuve que hacer sobre mi convulsion nerviosa, para no gritar pidiendo auxilio, como si me viera rodeado de asesinos ó de ladrones. ¡Qué sábia ha sido mi mujer! decia yo para . ¡Cuándo me veré en donde está ella! Mi mujer no quiso subir, y esperaba abajo.

Vaya por el Magistral y el secreto de la confesión; ¡pero tocar a la Regenta! Era un imprudente aquel sietemesino, sin duda». Señores, yo no digo que la Regenta tome varas, sino que Álvaro quiere ponérselas; lo cual es muy distinto. Todos negaron la probabilidad del aserto. Hombre... la Regenta... ¡es algo mucho! El pollo se encogió de hombros. «Estaba seguro.

Les trajeron la comida invariable de los fondines: sopa de hierbas, chuletas esparrilladas, secos alones de pollo, algún pescado recaliente, jamón frío en magrísimas lonjas, queso y frutas.

Frente a esta, para mortificarla con el espectáculo de su lujo, colocaron a la señora de Alzaola, hija de una nobilísima familia que se vio obligada a casarla con un pollo imberbe, gracias a no se sabe qué cuentos y calumnias, según los cuales la niña tuvo que ausentarse un año de la corte para pasarlo en compañía de una tía pobre que vivía en un cortijo de Andalucía.

Su mujer era una joya; la más hermosa de la provincia, como había sido siempre, pero además ahora suya, completamente suya, y de un humor nuevo, alegre, activo, como el que Dios le había otorgado a él.... ¿Y yo? ¿eh? ¿qué tal vengo yo señor Benítez? Magnífico, magnífico también; hecho un pollo. ¡Ya lo creo! ¿Y este galápago? Este galápago que ya va siendo viejo, ¿qué tal?

Se hablaba y se reía con discreción, bajando el tono. Si algún pollo se desmandaba un poco de palabra, las damas le llamaban al orden recordándole que en viernes de Cuaresma no se debe aludir a ciertas cosillas prohibidas. El espíritu de Dios estaba en la asamblea, a juzgar por la gran conformidad, por la dulce serenidad con que todos se resignaban a vivir en este valle de lágrimas.

Palabra del Dia

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