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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Deseaba bajar a la penúltima cubierta sin ser advertido. A estas horas podía llamar la atención verle en las profundidades del buque, a él, que tenía su camarote en el mismo piso del comedor. Las recomendaciones de Isidro le hicieron pensar con cierta inquietud en los jóvenes de la banda.

La explicación de la portera saltó de ventana en ventana hasta el último piso. El ruso movió la cabeza con expresión fatal. La infeliz no había dado sola el salto de muerte. Alguien presenciaba su desesperación: alguien la había empujado... ¡Los jinetes! ¡Los cuatro jinetes del Apocalipsis!... Ya estaban sobre la silla; ya emprendían su galope implacable, arrollador.

Por las tardes subía Gabriel al camaranchón que habitaba el maestro de capilla en el piso superior de la casa de los Luna.

Don Lorenzo exclamó Baldomero desde la caballeriza, aquí le han hecho un pericón... Usted que quería verlo. ¡Venga!... Cuando Lorenzo salió de bajo el ombú de la cantina, oyó el compasado y monótono «¡glú!... ¡gluglú!... ¡glúde las guitarras y el «¡ras!... ¡rasrrás!... ¡rasde los pies cepillando el piso al girar de los bailarines, como en las cadenas de los lanceros.

Negarla lo que pedía hubiera sido conducirse como un hombre sin educación y sin delicadeza. No pensaba que consentir en habitar la Celle-Saint-Cloud en verano, aunque fuese en edificio separado, y en invierno en la calle de Courcelles, aun en otro piso que Clementina, era consentir en la proscripción de Roussel.

Para sus juegos no necesita de teatro, tablas, accesorios, ni auxiliar alguno, sino sólo de lo que aquí se ve. Reconozcan, señores, y examinen el terreno por mismos. Como es natural, fuimos a examinar aquello. Era el piso bajo usual, o sea el de los sótanos en los almacenes de San Francisco, asfaltado, para evitar la humedad.

Todas las mañanas, después de las lecciones del maestro ruso, de las que salía el pequeño con un rostro grave, Saldaña lo esperaba en una amplia sala del piso bajo. Príncipe, ¡en guardia!

Subí el primer tramo maquinalmente; pero al llegar allí me acordé de mis nervios, no podia suponer que en Francia hubiese dos pisos principales, uno abajo y otro arriba, y creí llegada la ocasion de preguntar de nuevo: ¿Dónde va usted, señora? Es aquí, es aquí. Perdone usted; el caballero que nos recomienda nos dijo que su ama de usted vivia en un piso principal.

Había viejos para quienes con sus cuarenta y cinco años ya era siempre Dominguito; pero de todos los que a diario pasaban cerca del castillo de Trembles y reconocían en el segundo piso, a mano derecha, aquel cuarto que fue su habitación de niño adolescente, ni uno solo sospechaba, por cierto, el mundo de ideas y de sentimientos que le separaba de ellos.

La biblioteca estaba en el último piso; una gran sala, por cuyas ventanas entraba á raudales la luz del sol, viéndose desde ellas los montes inmediatos, verdes y limpios de niebla. Unos cuantos cuerpos de la estantería contenían diversas ediciones de clásicos griegos y latinos, encuadernados en pergamino.

Palabra del Dia

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