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Actualizado: 15 de mayo de 2025


«¡Cómo me canso de subir escaleras! dijo el oso torcaz llegando arriba . Cuando se reforme la sociedad, se suprimirán los escalones. Piso bajo todo el mundo». Abrió la primera puerta y entraron; y mientras Bou seguía franqueando puertas, Isidora hacía lo mismo con los balcones para que entrase la luz, ganosa de alumbrar los ricos antros.

Sólo llevamos hecho un piso, y estamos seguros de que el día que lo cargen se vendrá abajo, aplastando a todo Cristo. ¡Con tal que no estemos nosotros!... El contratista viene en su automóvil una vez por semana; mira, recomienda que se haga todo por el sistema de «mírame y no me toques», y se va.

Formó su resolución con voluntad heroica; y en cuanto llegó el mancebo a la botica, y se marchó el comandante, y Leto subió al piso, cogió él el sombrero y la caña... y ¡hala para arriba!

Daba saltos y acudía con el peso de su pie a donde la llama era más viva; mas como también corría por el suelo la goma laca líquida y caliente, que es sustancia muy pegajosa, las suelas del calzado de la respetable señora se adherían tan fuertemente al piso, que no podía, sin un mediano esfuerzo, levantarlas.

El piso retembló bajo unos pasos elefantinos.... Apareció el señor de la Lage, llenando con su volumen la antesala, y don Pedro abrazó a su tío, que le llevó casi en volandas al salón.

Se esparcía el ruidoso grupo por el último piso como las más horrendas invasiones de la Historia. Gatos y ratas huían por igual á los rincones. Los pájaros, despavoridos, salían como flechas por los tragaluces del techo.

Hacía calor donde estábamos sentados, porque el brillante sol italiano caía de plano sobre nosotros; por lo tanto, sin responderme, se levantó y nos invitó a entrar en su pequeña celda fresca, pieza cuadrada y desnuda, con piso de tabla, cuyo mobiliario se componía de una cama de madera, baja y anticuada, con un pedazo de una vieja colcha obscura por cobertor, un priedieu Renacimiento, de roble antiguo tallado, ennegrecido por el uso y el tiempo, una silla, una lámpara de colgar, y en la pared un gran crucifijo.

Recorro las mismas callejuelas de piso áspero; cruzo la misma plaza en que la iglesia se alza. Y luego, por variar, tuerzo a la derecha y entro en una calle silenciosa, de casas chatas a una banda, de una larga pared ruinosa a la otra. Leo un tejuelo azul: es la calle de Gerindote.

La habitación estaba en el primer piso y se abría sobre el parque.

Unos pasos antes de entrar en el estragal, ó sea el corredor que conduce á la bodega desde el punto en que arranca la escalera del piso alto, una algarabía atronadora de carcajadas, cantares y chillidos llamó la atención del forastero; algarabía que cesó tan pronto como éste y don Silvestre llegaron á la puerta de la bodega.

Palabra del Dia

commiserit

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