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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Le hicieron pasar y el criado subió delante por la gran escalera de piedra. Al llegar al piso principal le rogó que aguardase mientras le anunciaba. Pocos momentos después se presentó Amalia. Dirigió una penetrante mirada de rencor a la niña, que el barón tenía de la mano, y dijo dirigiéndose a éste con frialdad y altivez: ¿Qué deseaba usted?
Perdonadme, pero de tal modo me han hecho vomitar versos en San Marcos, que aún me duran las ansias; donde piso, dejo sátiras; de donde escupo, saltan romances; donde llega mi aliento, se clavan letrillas. Pero prometo, á fe de Quevedo, no volver á hablaros sino en lisa prosa castellana. ¿Sin jugar del vocablo? Lo otorgo. ¿Ni del concepto?
Esquina a la plaza y a una de las calles que desembocaban en ella, había una casa más pequeña que cuantas la seguían en la fila. Debajo del balcón del único piso que tenía, y sobre la puerta principal, se leía, en un largo tablero coronado con las armas de España, lo siguiente: ESTANCO NACIONAL
Luego sube a casa de la señorita Duval, que vive en un sexto piso; llama, y sale a abrirle una señora anciana. DORA. ¿La señorita Duval...? LA SE
La portera, que había visto alquilar el piso, ignorando el objeto, traer los muebles sin saber de dónde, y quedar luego la casa cerrada, ardía en deseos de aclarar el enigma: de suerte que, al oír a Carola, quien por su astucia parecía enterada de algo, en seguida entró en conversación con ella.
Fui a ver a Jorge Federly en la embajada, comimos juntos en Durand y después nos fuimos a la Opera; tras una ligera cena nos presentamos en casa de Beltrán, poeta de alguna reputación y corresponsal de La Crítica, de Londres. Ocupaba un piso muy cómodo, y hallamos allí algunos amigos suyos, personas muy simpáticas todas, con quienes pasamos el rato agradablemente, fumando y conversando.
Examino toda la casa. En el piso bajo, salón, billar, gabinete-biblioteca, galería de costura sobre el jardín, rodeada de cristales, el comedor con paso a la estufa por la escalinata de mármol blanco. ¡Qué alegría! Todo es cristal, flores, plantas de hojas gigantescas, de colores fuertes, raros.
Enfrente de la mesa, un banco conventual y tres sillas desvencijadas, para los clientes que esperaban audiencia. Las paredes blanqueadas con cal, el piso ladrillado y sucio. ¡Qué falta hacían allí unas escupideras! Tenía mejor aspecto el gabinete de Castro Pérez. Paredes, piso y techo iguales a los de la otra pieza.
Una idea fija embargaba la razón del desgraciado anciano. Se incorporó débilmente sobre el piso y gritó a Graciana, con voz ahogada y angustiosa, pero nadie le respondió.
Eran piezas de techo más bajo; tenían encima un segundo piso, ocupado en otros tiempos por el abuelo de Febrer; habitaciones relativamente modernas, con muebles viejos de estilo Imperio y en las paredes estampas iluminadas del período romántico representando las desventuras de Átala, los amores de Matilde y las hazañas de Hernán Cortés.
Palabra del Dia
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