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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡Hum!... ¡Pegarme! rezongaba yo, aún bajo la hojarasca. Levantándome entonces con cautela, sentéme en cuclillas en mi cubil y recogí la famosa pipa bien guardada entre el follaje. Aquel era el momento de dedicar toda mi seriedad a agotar la pipa.

Frente a la peña, Piorette, dueño de «El Encinar», levantaba barricadas con troncos de árboles en la pendiente de Charmes. Con la pipa en la boca, con el sombrero metido hasta las orejas y la carabina en bandolera, iba y venía de uno a otro lado. Brillaban a la luz del Sol naciente las hachas azuladas de los leñadores.

Prepárame algo, cualquier cosa, con tal que sea pronto, porque tengo mucho apetito. Mientras tanto, voy a fumar una pipa. , eso es; fúmate una pipa. Hullin se sentó junto al banco de trabajo y comenzó a golpear con el eslabón con aspecto muy pensativo.

La puerta se cerró tras del improvisado cirujano y comadrón, y todo Campo Rodrigo se sentó en los alrededores de la cabaña, fumó su pipa y aguardó el desenlace de la tragedia.

El creía ver todo esto, ¡pobre hombre! Su pipa, que el tiempo había vuelto negra como el ala de un halcón, había caído de su boca entreabierta, sin que él se diera cuenta; sus ojos se llenaban de lágrimas, su corazón latía con violencia.

Hullin estaba, pues, seguro del contrabandista, pero le infundía alguna sospecha la señora Hexe-Baizel, mujer demasiado circunspecta y que quizás no se inclinase del lado de la guerra. «En fin se decía Juan Claudio mientras caminaba , ahora veremosEl almadreñero encendió la pipa, y de vez en cuando se volvía para contemplar el inmenso paisaje, cuyos límites se ensanchaban cada momento más.

Se echaron los muertos de la última refriega al mar y se descolgó el cadáver de Zaldumbide y el del doctor Cornelius. A éste lo habían puesto una pipa en la boca y tenía el vientre hinchado. Se echaron también los cuerpos del capitán y del doctor a que sirvieran de pasto a los peces. Se cerraron las escotillas y se dieron órdenes para comenzar el arreglo de todo.

Era una prenda con la que suplían el capuchón del antiguo jaique del país, usado ya únicamente en circunstancias extraordinarias. Luego, los viejos sacaban de la faja una pipa rústica fabricada por ellos mismos, llenándola de tabaco de pota cultivado en la isla, hierba de acre olor. Los mozos se alejaban de ellos.

Pero, apenas hube pronunciado el nombre de Pütz, saltó de su silla y tiró la pipa contra la estufa, donde se rompió mientras el tabaco se esparcía en chispas. ¡Y si le hubieran visto ustedes la cara! Les habría dado miedo. Morada, hinchada, como si le fuera a dar un ataque.

Cuando los granujas trasegaron á sus estómagos, en dos sorbos, las pócimas infames que les sirvió el tabernero, pagó Pipa el gasto con la media peseta, más un cuarto que sacó de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos á la calle.

Palabra del Dia

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