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Actualizado: 19 de junio de 2025
Y si alguna rara vez el público y la prensa tejen coronas, no son ciertamente para los que cultivan su arte con amor y respeto, sino para quienes le ofrecen manjares picantes y llamativos. El vulgo no agradece que se le deleite suavemente, que se le haga pensar y sentir.
Muchas páginas ocuparían las historietas picantes en que figura el nombre de Amat unido al de Micaela Villegas, la Perricholi, actriz del teatro de Lima.
Primero el encuentro del hermoso Vapor Antioquia, que subia de Barranquilla, ligero, pintado de colores vivos, como un gran pájaro rozando apenas las ondas del Magdalena. Y allí de los gritos de alegría, los saludos ruidosos entre los pasajeros de uno y otro vapor, los silbidos galantes de las válvulas de las locomotivas, y las burlas recíprocas de los marineros, picantes y originales en extremo.
El sueño de Wladimira era vivir en París; y mientras hacía hervir delicadamente las hojas del té, me rogaba que la contase historias picantes de «cohetes», y me confesaba su culto por Dumas, hijo.
Es cierto que si se ofrece figurar en sociedad, el primero se presentará con mas garbo y soltura que el segundo: que si es necesario sostener una conversacion, aquel brillará mucho mas que este, que su palabra será mas fácil, sus ideas mas variadas, sus observaciones mas picantes, sus réplicas mas prontas y agudas; que el rico en cuestion no entenderá quizas una palabra del mérito de tal ó cual novela, de tal ó cual drama; que conocerá poco la historia, y se quedará estupefacto al oir al comerciante quebrado explicarse como un portento de erudicion y de saber; es cierto que no sabrá tanto de política, ni de administracion, ni de hacienda, que no poseerá tantos idiomas; pero, ¿se trataba por ventura de nada de eso, cuando se ofrecia dar buena direccion á los negocios?
Los contrastes fuertes y picantes de sus ensueños de gloria y de su vida de bastidores con la mezquina prosa de una existencia difícil, llena de los roces ásperos con la necesidad y la miseria, le parecían a Reyes motivos de poética piedad y daban una aureola de martirio a sus ídolos.
Y Tòni contraía el peludo rostro con sonrisa de gula viendo por anticipado el restorán famoso del puerto, sus salones crepusculares oliendo á marisco y á salsas picantes, y sobre la mesa el hondo plato de pescado con un caldo suculento teñido de azafrán. Pero ahora Ulises había perdido su vigorosa alegría de vivir. Contemplaba la ciudad con ojos amorosos pero tristes.
Hubo ocasión en que al lanzar uno de sus chistes más picantes, relacionado como siempre con las materias fecales, apenas produjo risa entre las oyentes, y supo que una de ellas, después que se fue, le había calificado de grosero y mal educado. De las gracias corporales no había que hablar, pues bien se le alcanzaba que nunca podría competir con la delicada y gallarda figura de su rival.
Jamás llegaba á la embriaguez completa; y una vez sola, decía él había tenido en toda su vida alferecía en las piernas. Era, pues, hombre de chispa en diversos sentidos, y nadie tenía mejores ocurrencias, ni contaba más picantes chascarrillos, ni se mostraba más útil y agradable compañero en una partida de caza.
Pero desgraciadamente, la diferencia que existe entre los necios y los hombres de talento, suele ser sólo que los primeros dicen necedades, y los segundos las hacen: mi amigo entró en sociedad, y a poco tiempo hubo de enamorarse; los hombres de imaginación necesitan mujeres muy picantes o muy sensibles, y esta especie de mujeres deben de ser mejores para ajenas que para propias.
Palabra del Dia
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