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Actualizado: 19 de junio de 2025
No resignándose a pensar que fuese una enfermedad enviada por la naturaleza espontáneamente, se puso a imaginar que tenía la culpa la cocinera, que los alimentos eran de mala calidad, que se los servían unas veces crudos, otras salados o picantes, etc. Por reflejo, Clara tenía la culpa de todo. Se despidió a la cocinera; vino otra y pasó lo mismo.
Un bloqueo prudentísimo primero, intimando poco a poco, acercándose algunos ratos a la mesa y cambiando con la chula bromitas más o menos picantes. Estos acompañamientos se hicieron frecuentes. Otro día les trajo butacas para uno de los teatros por horas.
Como en estas reuniones de imponderable confianza se vivía en perpetuo comercio de malas intenciones, de malicias y de travesuras de lenguaje, el natural ingenio de la marquesa adquirió gran desarrollo, y su bien acreditado humorismo se empapó en nuevos y más picantes jugos.
Juan Montiño había oído hablar muchas veces á Quevedo, tres años antes, en ocasión en que andaba huído en Navalcarnero, por cierta muerte que había causado en riña, muchas y picantes aventuras acontecidas en la corte: sabía que la corrupción de las costumbres había llegado en ella al último límite, que las damas más principales solían verse muchas veces, á consecuencia de sus galanteos y de sus intrigas, en situaciones extraordinariamente extrañas y comprometidas; ¡pero la reina!... la lengua de Quevedo, que nada respetaba, había respetado siempre á las damas de la familia real; acaso el gran mordedor, el gran satírico, había guardado silencio por consideración, por afecto, por un galante respeto, acerca de la reina y de las infantas... pero...
Una linda morena de rostro picaresco ocupaba el columpio y unos cuantos jóvenes lo impulsaban á porfía sin cesar de cambiarse entre ellos y ella con gracioso tiroteo un sin fin de donaires, de bromas picantes, de frases, insustanciales muchas veces, pero alegres siempre y con un delicado sabor de galantería que sólo se halla en esta poética región del mundo.
Al sentir intranquila su conciencia, adoraba a Teri mucho más que cuando podía contemplarla sin miedo frente a frente. «La quiero pensó como no la he querido nunca. La traición y la necesidad de hacerse perdonar dan un interés nuevo al amor. Son como salsas picantes que renuevan el gusto de un plato conocido...» ¡Ah, pobre Teri engañada, que tal vez no se enteraría nunca de estas infidelidades!
La fábula es, por consiguiente, pobre; las ingeniosas observaciones del autor, y los picantes y graciosos rasgos, que hormiguean en toda ella, compensan en cierto modo su falta de interés dramático.
«Pues sobre que estoy sordo dijo el simpático viejo , la vecindad no nos deja oírnos. Callémonos, que tiempo hay de hablar». Fijó sus tristes miradas en el suelo y Fortunata, con los brazos cruzados, mirábale atenta, contemplando los estragos de la degeneración senil en su fisonomía, mientras se alejaban y extinguían en la calle los picantes ritmos del baile.
Los sabe de asombros, de encantos y de amores; y todos éstos son serios. Para lo cómico y jocoso atesora una infinidad de chascarrillos picantes. Siendo yo pequeñuelo, no me hartaba nunca de oír cuentos que me contaban las criadas de casa. El más bonito, el que más me deleitaba era el de doña Guiomar, cuyo argumento, en lo esencial, es el mismo del drama indio de Kalidasa, titulado Sacuntala.
Picantes y provocadoras para ofrecerse á bailar, seduciendo al extranjero, se hacen esquivas y severas, casi insolentes, cuando se les hace comprender que su amabilidad ha sido mal interpretada. La gitana casada es fiel por religion y tradición de raza; la soltera es casta por reflexion, por interés personal y de raza también, y por educación.
Palabra del Dia
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