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Una pestilencia grande hubo venido, De que muchos Guaranìs se murieron, Que carne de cristianos han comido, La peste les sucede atribuyeron. Tambien por desabrida aborrecido La tienen, segun muchos me dijeron: Que mas les sabe carne de un pagano, Que no la de español ó castellano. Los Guaycurús habitan la otra banda: Es gente muy valiente y belicosa.

Lo cierto es que muchos lugares, muy sanos en otro tiempo, se hallan al presente invadidos por esa peste destructora, que va en aumento á medida que el desmonte se estiende. Es pues un deber del gobierno el tomar alguna sabia medida para cortar los progresos de semejante mal, y mejorar en lo posible los lugares inficionados. Santa-Cruz está situado al oeste sudoeste de Apolo-Bamba.

Pero lo que digo es lo siguiente: la niña está muy enferma, y no por culpa suya; su naturaleza era fuerte; en su constitución no hay vicio alguno; pero no le da el sol nunca y se la está comiendo la humedad; necesita calor y no lo tiene; luz y allí le falta; aire puro y allí se respira la peste; ejercicio y allí no se mueve; distracciones y allí no las hay; buen alimento y allí come mal y poco..., pero no importa; Dios está satisfecho por lo visto. ¿Cuál es la perfección?

Así pudo Roger oir lo que se decía en otro grupo compuesto, según le había dicho al oído la agradecida ventera, de un sangrador, un dentista ambulante y el músico de la encendida nariz. Una rata cruda es mi receta invariable contra la peste, decía gravemente el medicastro; una rata cruda abierta en canal. ¿No sería mejor asarla un poco, señor físico? preguntó el sacamuelas.

Apenas me habia vendido, se manifestó en la ciudad con toda su furia aquella peste que ha dado la vuelta por Africa, Europa y Asia. Señorita, vm. ha visto temblores de tierra, pero ¿ha padecido la peste? Nunca, respondió la baronesa. Si la hubiera padecido, confesaria vm. que no tienen comparacion los terremotos con ella, puesto que es muy freqüente en Africa, y que yo la he pasado.

Pues entonces, continuó el músico, me alegro de que vuestro tratamiento no sea muy conocido, porque para mi santiguada que la viruela y la peste son las mejores amigas del pobre en Inglaterra. ¿Cómo es eso, amigo? preguntó Tristán. Escanciad un poco de cerveza de vuestro jarro en este cubilete y os lo diré.

Los dioses del Olimpo no pudieron salvarla del furor de César: el Profeta la ha visto morir sin tenderle una mano desde su sepulcro: Cristo la ha entregado al hambre y á la peste cuando no la ha envuelto en los horrores de la guerra. Su destino ha sido el mismo bajo todas las religiones; y ella sin embargo ha sido bajo todas creyente.

La Esfinge no se movió de su pedestal ni dejó de hacer calceta; y sólo dio señales de vida para responder a la ceremoniosa cortesía de la marquesa con un gesto no difícil de traducir en palabras para los que estaban avezados a leer en aquel arranciado pergamino. El gesto quería decir: ¡Pufff!... ¡Qué Peste!

Así es, que se iban a la estancia, a reponerse; lo que no le daba vergüenza confesar, porque no era ella la única... Si es la peste que tenemos encima apoyó misia Casilda, no nosotros lo que haremos, sin estancia dónde refugiarnos... pero felizmente, hasta ahora no nos podemos quejar.

...serrrvir a usted. En cuanto se quedaron solos don Santiago y su mujer, se levantó ésta y abrió las vidrieras del balcón. ¿Qué haces, alma de Dios? preguntola el pobre hombre, a quien asustaban entonces los aires colados. Purificar esto. ¿No hueles la peste?