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Este libro, como tantos otros que la lucha de la libertad ha hecho nacer, irá bien pronto a confundirse en el fárrago inmenso de materiales, de cuyo caos discordante saldrá un día, depurado de todo resabio, la historia de nuestra patria, el drama más fecundo en lecciones, más rico en peripecias y más vivaz que la dura y penosa transformación americana ha presentado. ¡Feliz yo si, como lo deseo, puedo un día consagrarme con éxito a tarea tan grande!

Para probar lo extendidas que se hallan en España, en todas las clases populares, la afición y la inteligencia de la poesía, téngase en cuenta que las comedias más célebres y bien escritas, que entre nosotros sólo se conocen por un público muy escogido, no sólo se representan ante gentes de la clase más baja de la sociedad española que asisten al teatro y siguen sus peripecias con el mayor interés, sino que también las leen luego con la mayor fruición, explicándose así las ediciones baratas que se hacen de ellas, como de libros destinados al pueblo.

Ya aceptado, me enseñó la cámara que había de ocupar cerca de la suya. Me hizo observar que las dos estaban blindadas y tenían las ventanas con rejas. No voy a contar las peripecias de mis viajes; fueron, poco más o menos, las mismas de todos los que se lanzan al mar a buscar aventuras. El capitán Zaldumbide me trataba con mucha atención.

Y concluyeron su danza con el cielo pasadas las peripecias de la cadena en que los bailarines coronaron su esfuerzo, haciendo castañetear los dedos al compás de la música y con gran habilidad, mientras las guitarras gemían con un vals lleno de sentimiento y armonía de esos que, según la expresión consagrada, levantan de los pelos.

Cuando les preguntaba los surcos que trazaba el arado en una hora. Cuando contaba las peripecias que ocurrieron a Luis XVI en el cadalso. Cuando estimulaba a los mozos a seguir la senda del honor y de la virtud. También está entre vosotros la plaza donde mi buena madre nos hacía llevar pan, vino y ropas para socorrer a los pobres del lugar.

A partir de entonces, Cristeta recobró aparentemente la tranquilidad de espíritu, sobre todo en el teatro y en presencia de gentes extrañas; hasta se dejó cortejar; pero con frecuencia se quedaba ensimismada, sujeta al imperio de una idea, como persona que medita y fragua un plan calculando todos los casos, incidentes y peripecias que en su desarrollo pueden sobrevenir.

Con el auxilio de esta luz, cuyo alcance no pasaba de la mesa, parecía distinguirse allá en lontananza, entre las sombras del fondo, dos grandes cuadros al óleo, un armario y un reloj de caja. Durante la cena, se habló largamente de las aficiones de don Recaredo, de sus ascendientes, de las peripecias del viaje, del tiempo..., de todo, menos de las elecciones.

Nada hubiera logrado, sin embargo, sin la astucia de su amigo el canónigo. Aquel aconsejado viaje por las montañas, lleno de sustos y peripecias, le conquistó, si no el amor de su esposa, por lo menos sus favores. En los dos primeros años de matrimonio Amalia hizo una vida retraída, sin salir apenas del churrigueresco palacio de la calle de Santa Lucía.

No es mi objeto narrar las peripecias de la vida de don Salvador, cómo del interior del Perú pasó a la costa, como se hizo más tarde minero en Copiapó, pasando luego de nuevo a la República Argentina y ocupando por fin el honroso puesto de correo que desempeñaba hacía diez años. Fue en uno de esos viajes como chasqui cuando le ocurrió el caso a que él se refería.

Pero es triste ver que el gran pueblo que la realizó está todavía esperando, despues de setenta años de peripecias políticas, el cumplimiento de los promesas de libertad hechas en los terribles dias de una lucha titánica. La libertad, por la cual creyó luchar sinceramente Robespierre, no ha venido todavía; pero quedan aún los recuerdos sangrientos que despierta el nombre del diputado de Arras.