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Actualizado: 24 de junio de 2025
Estoy hecha una campesina, ¿verdad? dijo como si leyera en los ojos de Rafael el asombro por aquel cambio. La vida del campo obra estos milagros: un día un adorno, mañana otro, va una despojándose de todo lo que antes era como una parte del cuerpo. Me siento mejor así... ¿Creerá usted que hasta tengo abandonado mi tocador y allí se pierden cuantos perfumes traje?
Era allí donde reposaban y se bañaban las princesas, las damas de corte y las esclavas, gozando con infinita voluptuosidad bajo un cielo admirable, entre mil perfumes, rumores y caprichos, en albercas y tinas de mármol, y teniendo al derredor el horizonte mas encantador del mundo.
Al través de los perfumes, su imaginación olfateaba un olor de vulgaridad original. ¡Ay, la otra! ¡la otra!...
Tenemos, pues, un kilómetro cúbico lleno de este fluido tenue, desleído en el aire como perfumes o efluvios. Mi linaje de silfos respira, pues, el fluido tenue de que he hablado. Con las moléculas del aire hacen los silfos mil primores, y hasta juegan cuando son muchachos, disparándolas por medio de enormes cerbatanas.
Me parece que he sido durante el invierno un gusano de seda apelotonado en el capullo, y que ahora me salen alas y voy a volar por ese inmenso salón verde que exhala sus primeros perfumes. ¿No siente usted lo mismo? Rafael afirmaba con gravedad. También él sentía el hervor de la sangre, los pinchazos de la vida en todos sus poros.
Además, el joven concejal cargaba de perfumes no tan sólo el pañuelo y la barba, sino toda su ropa, de suerte que a los diez metros aún trascendía y de cerca producía mareos. Pues bien, después de examinadas detenidamente, no hemos hallado en las ideas de su venerado maestro nada que justifique esta censurable tendencia.
No se podía vivir, como los cadáveres de los magnates faraónicos, en una tumba lujosa, ungidos de perfumes, rodeados de todo lo que sirve para el alimento y el sueño. Nacer, crecer, procrearse y morir no bastaba para formar una historia: todos los animales hacían lo mismo. El hombre debe añadir algo más que sólo él posee: la facultad de imaginarse el porvenir... ¡soñar!
¡Bendito sea, pues, este libro rústico y serrano, que viene cargado de perfumes agrestes, y no nos trae ni problemas ni conflictos, ni tendencias ni sentidos, ni otra cosa ninguna, sino lo que Dios puso en el mundo para alegrar los ojos de los mortales: agua y aire, hierba y luz, fuerza y vida! ¿Quién se acuerda de naturalismos ni de estéticas cuando lee la deshoja, o cuando oye las quejas de Catalina a Nisco, o cuando asiste con la imaginación al mercado de la villa?
¿Qué le daré á mi hombrecito malo para que sonría un poco?... ¿Qué le haré para que olvide sus malas ideas?... Los perfumes eran su afición dominante. Como ella misma declaraba, podía faltarle que comer, pero nunca las esencias más ricas y costosas.
El demonio del orgullo levantole en los espacios sobre el hormiguero de los hombres, y, otra vez, bajo el sol embriagador, sintió en su frente el beso o la mordedura de invisible quimera. Todo el día lo pasó vagando por la ciudad. Densos perfumes primaverales desbordaban las tapias de los huertos y flotaban en las callejuelas. El se sentía también renacer con las flores y los follajes.
Palabra del Dia
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