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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Pero ¿qué había de hacer, si estaba enamorado? ¿Quién me quitará la gloria de haber sido amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todavía. ¿De qué voy a arrepentirme? ¿Quién, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle logrado?» Tal era la carta que escribió don Braulio, que cerró cuidadosamente y que certificó para que no se perdiera, antes de confiarla al correo.
A no llegar con priesa y diligencia Perdiera sin falta Avila la vida; Que el verdugo ejecuta la sentencia Si no viene Quiñones de corrida. Por señal el bordon de Su Excelencia Traia, que es señal muy conocida; Perdonan al que est
He podido morirme, y si esto hubiera ocurrido, en lugar de estar ahora junto a ti, alegre y dichosa, estaría a estas horas tendida en el fondo de una tumba... Pero, ¿qué tienes, amor mío? No me hables así, Magdalena, no me digas nada de eso: harías que perdiera la razón.
Para ella, la pasión matrimonial no había de ir más allá de la intimidad, fría y casi mecánica, de sus primeros tiempos de vida común. El matrimonio era para que el hombre y la mujer viviesen sin dar escándalo, procreando hijos para servir á Dios y que no se perdiera la fortuna de la familia. Lo que llamaban amor las gentes corrompidas era un pecado repugnante, propio de gentes sin religión.
El temperamento de Octavio guardaba bastantes afinidades con el suyo, lo cual le traía desesperado. D. Baltasar hubiera dado cualquier cosa por que su hijo fuese un lagarto que se perdiera de vista, un truchimán capaz de enredar con sus artimañas á todo el concejo. Pero desgraciadamente no era así ó, por mejor decir, era todo lo contrario. «Este chico, decía, me da á mí quince y raya.
A veces su silueta se desvanecía entre los árboles, y entonces de pie, aterrado, hasta que su sombra salía de las tinieblas... Hacía algunos minutos que lo perdiera de vista; de pronto un relámpago siniestro iluminó los vidrios del taller, y el ruido de una detonación rasgó el silencio de la noche. La triste esposa extendió los brazos, dio un grito y cayó desplomada.
Yo no la he visto más que en figura; porque han de saber ustedes que cuando fuí a visitar a sus tías en Córdoba, me dieron un medalloncito con el retrato de la que ha de ser mi mujer, el cual retrato, por temor a que se me perdiera, lo he dado a guardar al Sr. de Santorcaz.
Yo me había aproximado a Blanca lo suficiente para atenderla, pero ella, no sé si con intención o sin ella, cerró la distancia aproximando lo más posible su asiento al mío. Usted no bebe nada me dijo, ¿tiene miedo de perder la cabeza? No... si usted la perdiera, me gustaría perderla con usted le repuse.
Para el Padre Alesón no tanto había sido raptada Angustias cuanto la Orden de Santo Domingo; y, más señaladamente, los miembros de la residencia pilarense habían sido violados y escarnecidos. Se imponía la justa sanción, la reparación adecuada, que no podía ser otra sino que don Pedrito perdiera la carrera y se casase con Angustias.
Puede ser, tío, respondí tranquilamente, mi cura también me decía muchas veces que le haría morir de pesar. Hablando francamente ¿crees que tenga ganas de que me lleve el diablo por causa de una chicuela mal educada, como tú? Os diré primero, que no creo que nunca os llevará el diablo, y segundo, que me desolaría si os perdiera, pues os quiero con todo mi corazón.
Palabra del Dia
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