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Actualizado: 25 de julio de 2025


Pero esta idea, que se interponía entre su dicha y Juanín, iba perdiendo gradualmente su valor. ¿Qué le importaba que fuera hijo de otra? Esa otra quizá había muerto, y si vivía lo mismo daba, porque le había abandonado. Bastábale a Jacinta que fuera hijo de su marido para quererle ciegamente. ¿No quería Benigna a los hijos de la primera mujer de su marido como si fueran hijos suyos?

Creo que en usted no ha habido más que exceso de amabilidad, que en un pueblo remoto como éste, donde todo choca y se comenta, acaso no ha debido usted tener... En ella ha habido la imprudencia y la ligereza que siempre han sido sus defectos. Doña Paula había ido perdiendo su cortedad a medida que hablaba. Las últimas palabras las pronunció con energía.

¡No tiene tal! gritó el Provisor, perdiendo un estribo por lo menos . No tiene tal; y esto ha sido... una imprudencia. Visita volvió la cara y sacó la lengua. «¡Cómo le tratapensó, envidiando a un hombre que osaba llamar imprudente al Obispo.

¡Eso es despecho! Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que te conviene: si callo, serás quien salga perdiendo. Y me alegro que hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho. Habla pronto y claro.

Las razas que así se cruzan, léjos de degenerar mejoran notablemente, perdiendo mucho de sus defectos y fortaleciendo y puliendo sus cualidades, sin privarse por eso de toda su originalidad.

Cuando por las noches veía entrar de la calle a D. Baldomero, tan bondadoso y jovial, siempre con su cara de Pascua, vestido de finísimo paño negro y tan limpio y sonrosado, no podía menos de pensar en los nietos que aquel señor debía tener para que hubiera lógica en el mundo, y decía para : «¡Qué abuelito se están perdiendo!». Una noche fue al teatro Real de muy mala gana.

Todavía, al son de las castañuelas, bailan los seises en la catedral de Sevilla. No pretendo yo que canonicemos y santifiquemos la danza, pero es un dolor que nuestra danza nacional vaya perdiendo cada día más su carácter propio y castizo ó bien que se avillane, se corrompa y se haga más grotesca, chula y gitana.

La fuerza incontrastable de tus versos Y murmurios perversos me han traido Del reyno del olvido á obedecerte; Mas, ó mora, que el verte en esta impresa Infinito me pesa, porque entiendo Que es ir tiempo perdiendo. Por qué causa?

Algo se derrumbaba dentro de ella, y perdiendo toda entereza, rompió a llorar como un niño a quien le descubren una travesura gorda. Doña Lupe se vanaglorió mucho de aquel cambio de tono, que consideraba obra de sus facultades persuasivas. Fortunata se dejó caer en una silla, y más de un cuarto de hora estuvo sin articular palabra, oprimiendo el pañuelo contra su cara.

BARBERO. Ya lo hago. ¡Cielos! ¿Señor, qué te he hecho Que así quieres en mi pecho Hazer tan bárbaro estrago? DON JACINTO. Aquí tienes de morir, Si contradices mi gusto Aunque te parezca injusto. BARBERO. Sólo te intento servir. DON JACINTO. ¡Pues entra, y esa mujer Haz que en líquidos corriente De carmín derramen fuentes Sus brazos, hasta que el sér Pierda, perdiendo la vida, Ó quitarétela á ti!

Palabra del Dia

buque

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